Por: Dra. Eridania Méndez
El desarrollo sostenible de la República Dominicana depende en gran medida del talento humano altamente capacitado. Sin embargo, la realidad laboral actual dista de reconocer el esfuerzo y la formación avanzada de quienes poseen grados, doctorado, posdoctorado, múltiples especialidades y experiencia internacional. Esta situación limita el potencial innovador y competitivo del país, afectando no solo la dignidad profesional sino también el progreso económico nacional.
Según la Oficina Nacional de Estadística (ONE), el salario promedio mensual en empresas formales para 2025 es de RD$21,825. En empresas pequeñas y medianas, el promedio varía entre RD$15,351 y RD$27,337, mientras que las empresas más grandes pagan un salario promedio que supera los RD$37,000. Sin embargo, los sectores y plazas que requieren alta especialización ofrecen frecuentemente salarios que apenas alcanzan los RD$30,000, cifra insuficiente para profesionales con grados avanzados y amplia experiencia.
Este fenómeno no es aislado, sino que afecta a numerosos profesionales dominicanos que enfrentan la disyuntiva de aceptar empleos por debajo de su perfil o limitar sus expectativas salariales y colocándose en lugares de emprendimiento no apropiado para su área de especialización. Entre las causas estructurales destacan:
Desajuste entre formación y área laboral: La economía nacional está concentrada en sectores que no demandan personal altamente especializado, generando una desconexión entre la oferta educativa y las necesidades productivas.
Escasa diversificación de oportunidades: Áreas emergentes como investigación, innovación tecnológica o salud avanzada ofrecen plazas limitadas y condiciones salariales poco competitivas, empujando a profesionales a migrar, subemplearse o emprender bajo condiciones poco favorables.
Fuga de talento: La combinación de bajos salarios, falta de reconocimiento y oportunidades escasas provoca que muchos expertos busquen mejores alternativas en el extranjero, desperdiciando así el talento humano formado con inversión pública y privada.
Este déficit tiene repercusiones individuales y colectivas. Limita las posibilidades de atracción de inversión extranjera, reduce la innovación local y empobrece la economía del conocimiento, condenando al país a enfrentar desigualdades y a perder competitividad internacional.
Para revertir esta situación, se requieren medidas concretas:
Fortalecer la vinculación academia-sectores productivos, mediante programas de pasantías y formación dual que inserten a los profesionales en cargos acordes a sus competencias.
Implementar políticas de incentivo salarial, que ajusten la remuneración en función de la formación, experiencia y desempeño, reconociendo el valor de la educación avanzada.
Apoyar el emprendimiento y la investigación, con fondos, programas y facilidades que impulsen proyectos liderados por expertos dominicanos.
Reorientar la formación académica, con prospectivas laborales que identifiquen los sectores estratégicos y futuras demandas, garantizando una formación pertinente y actualizada.
Solo con un compromiso conjunto entre gobierno, academia y sector privado se podrá dignificar la carrera profesional, combatir la desvalorización salarial y construir un entorno de oportunidades reales para quienes han apostado con excelencia por el desarrollo nacional. El verdadero progreso de la República Dominicana radicará en su capacidad para aprovechar y retener el talento que hoy enfrenta un mercado laboral fragmentado y poco receptivo a su potencial.