Santo Domingo.-¡Qué manera de actuar tiene el Señor! La gente arma su plan sin pensar que Él tiene otro que nadie imagina. Eso sucedió con lo acordado para hacer la entrevista a Miguel Ángel Rosario. Fue Isidro, uno de los conductores de LISTÍN DIARIO, que trajo el caso de ese señor enfermo, postrado desde hace mucho en una cama y con una esposa sobreviviente de cáncer. Por si fuera poco, en 2018 perdieron a sus únicos dos hijos en un accidente.

Decir que sí a esta desgarradora historia, era lo propio. Todo se cuadró para hacer la entrevista. Claro, el protagonista era el esposo. Unos días antes de la fecha, suena el celular. “Dígame, Isabel, ¿cómo está usted? No se preocupe que todo está en orden”. Se le dijo antes de escuchar la noticia que tenía. Llorando se escuchó al otro lado del teléfono. “No, no la llamo para eso. Es para decirle que mi esposo falleció”. No había palabras para consolar a la mujer que días antes se mostró feliz porque estaba segura de que a través de la publicación que hiciera este medio, podían lograr mejor calidad de vida.

“Ahora si me embromé yo, con esos tres nietos que tengo que mantener y sola. Porque aunque ya él no trabajaba, su familia hacía el esfuerzo por ayudarlo, pero ya él no está, ellos no tiene obligación conmigo, y tampoco cuentan con recursos”. Es triste escuchar su lamento. “No se preocupe, comoquiera se hará la entrevista, lo que sí es que, ahora la que contará su historia es usted”. Se le dijo a Isabel Terrero, que es como se llama.

“Vendimos el carrito de conchar para comprar medicina”

La dueña del relato de hoy tiene casa propia, pero no cuenta con ninguna entrada económica para mantenerse. Espera que el gobierno la ayude a conseguir una pensión.
La dueña del relato de hoy tiene casa propia, pero no cuenta con ninguna entrada económica para mantenerse. Espera que el gobierno la ayude a conseguir una pensión.

Llegó el día de visitar a esta mujer que está sumida en la tristeza. Una cálida bienvenida permitió verla sin victimizarla. Se muestra fuerte y a la vez indefensa. Señala una de las sillas del comedor para dar curso a la conversación. Sus deteriorados muebles están tapados, y su televisor de antaño apenas se ve. Era imposible desviar la mirada. La falta de recursos de económicos que hay en la vivienda de la dueña de este relato, salta a la vista.

El apartamentito donde vive, es de su propiedad. Eso sí, es lo único que tienen y está en muy mal estado. Esta familia necesita de todo. “Nadie se imagina por lo que nosotros hemos pasado. Primero, me enfermo yo de cáncer, en el años 2009, y después, en el año 2018, pierdo a mis dos hijos en un accidente. Este año ya usted sabe lo de mi esposo, hasta que murió hace unos días”. Lo cuenta sin lamentarse, pero sí con mucha tristeza.

La fuente de sustento de esa familia, que creció cuando se quedaron a cargo de sus tres nietos al morir sus hijos, era el carrito de concho de su esposo Miguel. “Él me traía 300, 350 pesos diarios, y con eso comíamos, así como usted lo escucha, sólo para la comida, y no una gran comida, pero era lo que entraba aquí”. Después de que a su marido le diagnosticaron cáncer, su vida cambió en todos los sentidos.

Ya no era sólo dejar de percibir el diario que él hacía conchando. “Era también saber de dónde sacaríamos el dinero para su tratamiento”. Con el tiempo a esto se sumaron los medicamentos, los pañales, los pañitos húmedos y su alimentación.

No tenían de qué echar mano. “Tuvimos que vender el carrito en dos o tres pesos para comprar medicina, porque de verdad que no ha sido fácil. Su hermano lo ayudaba, pero usted sabe, cada quien haciendo esfuerzo”. Hoy no tiene esposo, ni hijos, ni a nadie que le extienda una mano.

“Tuve una revelación el día que mis hijos tuvieron el accidente”

La dueña de la historia de hoy no ha superado la muerte de sus dos hijos. Le cuenta a LISTÍN DIARIO cómo se enteró de que en un mismo accidente perdió a los dos seres que más amaba en la vida. “Era de noche. Yo estaba teniendo un sueño, pero era algo tan real, como si estuviera despierta. Sonó el teléfono y me paré a cogerlo. Veo el número de uno de ellos y sin escuchar lo que me decían, le comencé a preguntar que dónde estaban ellos que no habían llegado”. Se pone muy triste y deja claro que sigue prendida de ese dolor.

Al otro lado del teléfono, le dicen que sus hijos tuvieron un accidente en San Pedro de Macorís. “Me volví como loca, aunque no me habían dicho que estaban muertos”. Pero el corazón de madre no se equivoca. Algo le decía que había sucedido lo peor.

“Yo sabía que era algo muy malo porque tuve una revelación con el mayor de los dos, que iba en un avión y que se le cayó una puerta, y él me dijo: ‘Mamá, yo estoy bien’, y él mismo fue el que quedó vivo después de la tragedia, pero falleció antes de que lo llevaran al hospital”. La ambulancia no llegó a tiempo porque esa misma noche hubo varios accidentes por la zona. Eso ocurrió el 28 de enero de 2018.

Los dos hermanos andaba en una yipeta, propiedad de una persona a la que su hijo mayor le hacía trabajos. “Me alegra que cuando fueron a la Policía, a esa persona le dijeron que eran dos muchachos de bien, no encontraron nada. Porque usted, sabe, investigan cuando hay accidente”. Lo deja saber con gran orgullo.

Isabel ha luchado con el duelo de perder a sus dos hijos, con un cáncer de mama, con el cáncer y muerte de su esposo y con la pobreza que la arropa.
Isabel ha luchado con el duelo de perder a sus dos hijos, con un cáncer de mama, con el cáncer y muerte de su esposo y con la pobreza que la arropa.

José Miguel y Joan Manuel tenían 31 y 29 años de edad, respectivamente. Uno era padre de dos hijos y el otro, tenía sólo uno. Tienen 17, 16 y 14 años. Estos tres nietos, que no quieren dejar sola a su abuela, son su razón de vivir. ¿Y por qué no viven con su madre? Se le preguntó a Isabel. “Ellas tampoco tienen recursos, y ellos no quieren irse”. Hay una que estudió Psicología Escolar, pero no tiene trabajo.

La realidad es que, Isabel ha luchado con el duelo de perder a sus dos hijos, con un cáncer de mama, con la enfermedad terminal y muerte de su esposo, y con la pobreza que la arropa.

Cáncer ella y su esposo

Antes de que sus hijos fallecieran, ya Isabel venía pasando por pruebas de salud. En el año 2009 le diagnosticaron cáncer de mama. Fue devastador cargar con esa enfermedad. “Me dieron 30 quimios y un fuerte tratamiento que tuve que llevar”. Para entonces, tenía a sus hijos que la ayudaban.

Ya habiendo pasado siete años de la muerte de sus únicos dos vástagos, cuando creía que ella y su esposo, estaban saliendo a flote, el 25 de enero de este año 2025, a él le descubrieron un cáncer terminal de próstata que dejó a esta familia sumida en una cruel miseria.

Ahí comenzó ella de nuevo a batallar con esa realidad que ya conocía. “Tuve que dedicarme a cuidarlo sabiendo que no tenía cómo darle una mejor calidad de vida. Le agradezco a un hermano de él que lo ayudó bastante, pero este tipo de enfermedad acaba con el paciente y con la familia, y más si uno es tan pobre”. El diagnóstico, no sólo acabó con su paz, sino con lo poco que tenían: su carrito de concho.

La dueña de esta historia, hoy sólo tiene un deteriorado apartamentito que consiguió durante uno de los gobiernos del doctor Joaquín Balaguer, hace 36 años. “Teníamos un ranchito, nos lo compraron y nos mudaron para acá. Pero de verdad, no tengo ni para comer”. El único alimento que tiene Isabel es la fe en Dios, y la satisfacción de el saber que sus hijos nunca tuvieron fichas en la Policía Nacional. Se llena la boca diciendo que ella y su esposo supieron criarlos como dos hombres de bien. Espera que sus nietos sigan su ejemplo.

Marta Quéliz

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