Los padres que tienen varios hijos tienden a seleccionar algunos como especiales. Crean una alianza con ese hijo o hija. Puede ser el elegido de mamá o el elegido de papá. 

Como evento dinámico se observa a veces que cada padre hace su elección. Algunos quedan en tierra de nadie. Los padres les aman como a todos, sin embargo, hay una predilección por un hijo o hija que crea celos en los no elegidos.  

En la familia de Isaac y Rebeca habían dos mellizos. Jacob que fue el elegido de su madre y Esaú el elegido de su padre. Rebeca creó un plan para que Jacob reciba la bendición que le tocaba a Esaú y el padre se sintió mal al haber sido engañado y haber dado la bendición al hijo no preferido que era Jacob. 

Estos hermanos se enemistaron y de ellos salieron dos pueblos. De Jacob Israel y de Esaú Edom. Curiosamente la enemistad pasó a los descendientes, aunque se dio años después una reconciliación entre los hermanos. 

Las rivalidades entre dos hermanos, por la presencia de alianzas de los padres, pueden ser enemistades futuras entre dos familias de descendientes.

Un ejemplo que es digno de mencionar es como el mismo Jacob replicó las pautas de sus padres, de hacer alianzas con los hijos, y tenía como un hijo muy especial a José. Su hermano Benjamín y José eran hijos de Jacob con Raquel su amada esposa. Con Lea tenía Jacob Díez hijos mayores. 

La actitud de Jacob con José, y el favoritismo que interpretaban los hermanos, provocó que intentaran matarlo, hasta que cambiaron de opinión y le vendieron como esclavo llegando a Egipto.

Debemos equilibrar nuestras relaciones y dosificar nuestros. Hay que reconocer que los hijos no elegidos por las alianzas sufren y pueden ser llenos de celos y de rencores. 

Los padres deben reconocer sus alianzas y acercarse más a aquellos que han sido injustamente perjudicados. Así enfrentamos las futuras rivalidades entre hermanos.

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