Con profusa razón se afirma que a los pueblos les asiste el muy legítimo derecho de conocer aquellas facetas de sus hombres y mujeres, cuyas acciones sean merecedoras de pedestales de relevancia en los que se plasmen la admiración de sus coterráneos;  y, que además hayan aportado nombradías a sus comunidades. Azua no es la excepción.

Por las razones apuntadas, la Fundación Avance para la Provincia de Azua, Inc., se ocupa de hacer asequibles para los habitantes de esta Athenas del Sur y de otras latitudes, las pequeñas semblanzas de quince (15)  hijos de Azua que en distintas épocas y en diferentes áreas del quehacer humano desempeñaron papeles estelares que hoy son  interesantísimas historias que ojala los moradores de esta quincentenaria  ciudad graben tratan de ocupar los espacios que por antonomasia deben estar reservados a los valores inmanentes en el hondón de su espíritu con caracteres diamantinos .                                          

REMIGIO ZAYAS1857

Su vocación eran las armas a las cuales dedico su vida. Se distinguió en el uso de los instrumentos bélicos. No le faltaba algo de arbitrariedad con tintes pintorescos.

En 1878, desaparecidos los batallones Ligero y Chavalo, seguidores de Buenaventura Báez, se presentó la necesidad de formar un nuevo Batallón Azuano en el cual nuestro personaje obtuvo el grado de Cabo, de ahí el mote de Cabo Millo, por el cual fue conocido durante el resto de su vida, no obstante haber llegado al rango de general.

Nunca dejó de exhibir en la cabeza su sombrero Panamá ni en los labios su pronunciado cigarro. No ocultaba con timbre de orgullo su temerario valor.

Visto a través del cristal del tiempo,  resulta hasta chistosa la narración de la escena que da cuenta de que Remigio Zayas fue acusado de desfalcador del fisco, a través de un pequeño alambique, lo que provoco que lo visitara un Inspector de Alcoholes, de quien dijo: Este hombre no está muerto porque me acordé que estaba cumpliendo órdenes de su jefe.

Durante el gobierno provisional de Horacio Vásquez (1903), El temor a los vencidos en confrontaciones violentas recientes, a los lilisistas y jimenistas, había propiciado un ambiente de terror en la población, lo que grupos conspiradores, tan comunes en aquel tiempo, trataban de aprovechar para dar la trastada al gobierno.

Las principales cárceles del país estaban llenas de presos. Cabo Millo estaba entre ellos. Era parte de la población carcelaria en la Fortaleza Ozama, con el “privilegio” de poder salir al patio de aquel recinto.

Cabo Millo era de los conspiradores que planeaban un golpe de estado para el 23 de marzo del citado año, no obstante estar privado de su libertad. Aprovechó una de las salidas al patio de la fortaleza, para invitar al Comandante Lico Castillo a observar una cabalgadura que llevo al señor Castillo a la entretención. Todo salió perfecto: el comandante entretenido y Cabo Millo convertido en el hombre que lanza el primer disparo de aquella conspiración.

El protagonismo de Remigio Zayas en el denominado pleito del 12 (1912) que tuvo lugar en Azua, el cual produjo una considerable cantidad de muertos y heridos, es una de sus facetas más sobresalientes de su accionar militar. Sobre este acontecimiento bélico el Profesor Renato D`Soto escribió tres (3) artículos en el LISTI DIARIO en los que se refería, entre otras cosas, a los cadáveres proyectilados.

En el año 1914 optó por servir los intereses del Presidente José Bordas Valdez, de cuya administración recibió la orden de bombardear a Azua. Acató la misma.  Esto le gano una desbordante impopularidad de los azuanos, por entender éstos que uno de los suyos había agredido a su madre, o sea Cabo Millo a Azua.

Finalizada la administración del Presidente Bordas Valdez permaneció en la capital dominicana que era el escenario adecuado para las luchas electorales entre bolos y rabudos; cada bando  necesitaba sus mejores gallos, dada la agresividad de aquellos enfrentamientos.

Desde Azua recibió Cabo Millo una carta de su hermana que le recomendaba no acercarse a su pueblo natal porque en el mismo había un sentimiento de repulsa hacia su persona, recomendación que fue acogida pero luego dio marcha atrás cuando un periodicucho de poca monta publico la falsa especie de que no iba a Azua por temor.

Para desmentir esta falsedad Cabo Millo se dirigió a su pueblo, en donde como ha sido dicho había un sentimiento de repulsa en su contra. El mismo día de su llegada, en horas de la tarde fue herido, cuando se guarecía en una rustica casa; no obstante su condición de herido, desde la puerta de la destartalada vivienda alentaba a los pocos hombres que lo acompañaban en señal de valentía; pero todo fue en vano; como estaba tan afectado por las heridas tuvo que ser trasladado muy precariamente por algunos de sus seguidores a otra vivienda , en donde a pesar de su estado, cada vez que alguien entraba a su habitación blandía su revólver.

Ante esta actitud un sobrino le señaló que renunciara a blandir su arma porque ya la misma no le servía para nada. Ante tal recomendación Cabo Millo respondió: Déjame mi arma.

Pocas horas después Remigio Zayas, alias Cabo Millo exhalaba su último suspiro. Era el año 1914.

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