La relación de pareja se debe cimentar en planes y proyectos. Asumir etapas y ciclos; superarlos. Conocer cada etapa y prepararnos para esas situaciones. 

La pareja debe sobrevivir a la crianza y a los intentos y logros de autonomía de los hijos; estar lo suficientemente comprometidos en intimidad y pasión, para lograr la sobrevivencia cuando el nido esté vacío.

En el camino de la nostridad vendrán enfermedades, crisis en la crianza, muerte de familiares, crisis económicas, conflictos de pareja como celos e infidelidades en algunos casos; y adaptación con los pasajes de una etapa del ciclo familiar al otro.

La comunicación con amor, respeto, sin dobles sentidos, debe ser la meta. Sin gritos, sin herirnos. Aprender a escuchar y comprender los sentimientos del cónyuge. 

Debemos acompañar la soledad propia y la del cónyuge, afrontando nuestros sentimientos al crecer en nuestra autoestima; una autonomía sana y productiva mediante el cultivo de un equipo con la pareja y la familia.

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