Por: María Gómez

Octavio y yo compramos unas 50 mascarillas para uso personal y fuimos donando a personas que cruzaban cerca de nuestra casa o que nos hicieran algún servicio y viéramos que venían desprotegidos.

Le hemos regalado a motoconchistas, a una señora que vende víveres a domicilio, a los que pasan a recoger la basura, transeúntes que suben o bajan nuestra calle sin mascarillas.

Decidimos compartir la idea de “mascarillas solidarias” con otros amigos y hemos regalado cinco docenas a ese proyecto. En total el grupo ha donado casi mil mascarillas.

Realmente ha sido satisfactoria la experiencia de donar una mascarilla a quien la necesite, para evitar ser que se contagie.

A personas vulnerables que no pueden comprar una caja de mascarillas quirúrgicas valoradas en unos tres mil quinientos; ni mucho menos una N95.

“Es un simple acto de amor y compasión hacia los más desprotegidos, esperamos que Dios nos conceda la bendición de sacar este virus de nuestro país y el mundo”

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