Azua.-En el corazón olvidado del paraje Villa Palmarejo, en el distrito municipal Las Clavellinas, provincia de Azua, vive una historia que duele. Erika Mateo Ramírez, una joven madre de 27 años, lleva quince años cargando con una enfermedad que no solo ha deformado su pierna derecha, sino también su vida entera: Elefantiasis.
A los 12 años comenzó a notar cómo su pierna derecha comenzaba a inflamarse de manera inusual. Lo que parecía un mal pasajero terminó convirtiéndose en una lucha constante con el dolor, el rechazo social y la desesperanza. Hoy, esa pierna no solo es un peso físico, sino también emocional.
Erika no ha encontrado solución médica en el país. Los doctores han confirmado que la única opción de tratamiento viable es una cirugía especializada fuera de República Dominicana. Un procedimiento que, por su alto costo, escapa completamente de sus posibilidades.

Pero el calvario no acaba ahí.
Hace poco, los médicos le confirmaron que su hijo de 9 años tiene un soplo en el corazón, una condición que también requiere atención médica constante y especializada. Como madre, siente que se le parte el alma: no solo carga con su propio dolor, sino también con la fragilidad de su pequeño, a quien quiere ver crecer sano y feliz.

Erika no tiene empleo. Su condición física le impide trabajar, y su situación económica es tan precaria que, muchas veces, en su casa no hay ni un plato caliente que poner sobre la mesa. La pobreza la aprieta por todos lados: su vivienda es humilde, sin baño ni condiciones mínimas de salubridad, lo que la obliga a usar el monte para hacer sus necesidades básicas.
A pesar de todo, Erika no pierde la fe. Con lágrimas en los ojos y voz quebrada, hace un llamado desesperado a la Primera Dama de la República, a la Fundación Jompéame, a las autoridades de salud, y a cualquier persona solidaria que pueda tenderle la mano.
“No quiero riquezas”, dice. “Solo quiero poder sanar, criar a mi hijo y vivir con dignidad.”
