A veces los seres humanos no queremos cambiar. Justificamos el maltrato. Vemos que la pareja nos agobia y la agredimos.
Los hijos requieren corrección, pero creemos y predicamos que lo mejor es la vara.
La sociedad nos hace ver que el alcohol no es malo y lo estimulamos, las drogas se empiezan a legalizar y a aceptar.
En tanto la familia sufre por pautas de agresión y violencia aprendidas en la sociedad y que se agravan cuando estamos bajo el efecto del alcohol y las drogas.
Se necesita un mejor trato a nuestra pareja. Debemos excluir el maltrato verbal y psicológico que es la antesala del maltrato físico.
Se requiere controlar las emociones de ira y enojo. Hay que tomar tiempo fuera cuando el alma sin control entra en ebullición. Debemos poner freno a la lengua y a nuestras manos.
Hay que someter nuestros prejuicios y pensamientos. Calmar las ideas que generan violencia y ofensas a los demás.
Si logramos cambiar en la familia, podremos ver cambios en la sociedad. El buen trato a nuestros hijos y a nuestras parejas es impostergable.
Requerimos cambios y derrumbar las excusas y justificaciones que no nos dejan crecer y ser mejores seres humanos.
Hacen falta más padres amorosos; esposos y esposas que entiendan que la convivencia es un trabajo; pero si cambiamos de actitud, podemos convertirla en un placer.