Quiero compartir una frase dicha por un dominicano que merece ser escuchado, Don Pepín Corripio que en un evento nacional de ajedrez expresó lo siguiente: “El éxito es que mis padres no me dejaron ser haragán ni charlatán. La formación familiar es algo muy importante en la vida”.

Quisiera expresar mi profunda admiración a estas palabras que quiero analizar a la luz de la terapia familiar sistémica. De acuerdo a lo que expresa Don Pepín, sus padres no le permitieron la holgazanería ni la charlatanería. Los padres a veces caemos en muchas celadas con nuestros hijos, y le permitimos ser irresponsables, y así los acostumbramos a  resolverles los problemas, enseñándoles que pueden ser irresponsables, porque nosotros vamos a cubrir las faltas que ellos cometen. 

En un sistema familiar se permiten y se prohíben acciones. Se asignan roles.  Podemos tener al hijo salvador, el apaga fuegos, el charlatán, el irrelevante, el de mala suerte (todo le sale mal), etc. En esos roles favorecemos y desfavorecemos a unos y a otros. Sin embargo, a aquellos que sobreprotegemos, a los que les permitimos ser irresponsables, son los que terminan teniendo más problemas en la sociedad y entran a  veces en conflictos con la ley.

 No les permitimos ser independientes y autónomos. Muchas veces caen en adicciones, delincuencia, o se convierten en fértiles padres y madres que encuentran abuelos que les crían a los hijos con cuidados físicos o con soporte económico. Padres que les pagarán deudas, los sacarán de líos, y que harán muchos sacrificios para mantener en secreto las faltas de los hijos.

 La irresponsabilidad de los hijos se aprende en el sistema familiar. Los enseñamos a ser irresponsables, cuando no le exigimos hacer lo que deben hacer por el bien de la familia y por el futuro de ellos mismos.

Luego como una suerte de culpa no resuelta, esos padres que permitieron que sus hijos sean irresponsables, pasan a un rol de codependencia, tratando inútilmente de resolver un problema de conducta  de un hijo, utilizando medios económicos emocionales para cubrir las faltas de su creación.

Si bien es cierto que con el deterioro de la sociedad en sus valores, el impacto de los amigos y amigas de nuestros hijos, en una socialización que transmite valores contrarios a los de la familia, aún en ese panorama la familia puede asumir un rol ejemplar en criar hijos responsables, disciplinados, que reciban las consecuencias lógicas y naturales de sus actos.

 Si como padres somos responsables también mediante nuestro ejemplo, con el tiempo suficiente  para la supervisión constante de los pasos que transitan nuestros hijos; es posible que podamos.

 Si nuestros vástagos se desvían de los patrones familiares, no sentir culpa y decir que el medio social nos ha derrotado; pero de verdad que será difícil que los valores familiares sean derrotados fácilmente, por eso vale la pena que estimulemos y forcemos para que nuestros hijos sean responsables en todo lo que hacen y asuman ese compromiso con ellos mismos y con la futura familia que ellos van a construir.

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