
Santo Domingo, RD.- Él debutó al ras con el siglo pasado, subía al ring escondido de su madre, y diez años más tarde ella era su principal fan al tener dos hijos campeones del mundo. La historia del boxeo no registra a Monte y Abe Attell con exactitud como la primera pareja de hermanos campeones del mundo, pero si como los primeros gemelos en hacerlo y reinar simultáneamente.
Nacieron en San Francisco, California, y Abe, quien se ganó el mote de “El Pequeño Hebrero” por su descendencia judía y sus peleas callejeras, fue el primero en coronarse rey del mundo en el peso pluma, logró 18 defensas exitosas entre 1906-12, marca que permaneció durante 70 años, pero que no le valió para ser recordado, como lo hiciera en cambio su complicidad como el enlace principal entre la mafia y los Chicago White Sox, equipo que terminó teñido de “inmoralidad” tras vender la Serie Mundial de 1919 para completar un fraude de apuesta.
Los gemelos Attell y un tercer hermano, Cesar, eran chicos de la calle luego de que su padre abandonara el hogar, pero Abe fue el más destacado y en sus días de boxeador hizo una gran amistad con el conocido mafioso y hombre de apuestas Arnold Rothstein.

Su calidad de doble campeón pluma y sus 6 años de invencible no lo libró de la mala reputación de arreglar combates y usar drogas durante sus peleas, todo inducido por el gánster Rothstein. El escándalo de los “Black Sox” en 1919 fue una obra maestra de la dupla Rothstein-Attell, quienes convencieron durante las etapas de planificación de la Serie Mundial a 8 jugadores para actuar con displicencia hasta perder ante Cincinnati Reds, quien salió con gran desventaja en las apuestas, de hembra, finalizando como el macho del juego ganando la serie 5-3.
Gente del béisbol indignada, tenían investigaciones que daban cuantas de que Attell fue buscado por el retirado luchador Billy Maharg y el exlanzador de las Grandes Ligas, Bill -Soñoliento- Burns, para que convenciera a su amigo Rothstein de patrocinar el evento.
Aunque nadie quedó satisfecho con el manejo de la justicia estadounidense con el escandaloso caso del equipo que terminó en zafacón de la historia y de paso salpicó la moral de varios jueces incapaces de condenarlo por haber recibido también, supuestos sobornos o peor, amenazas de muerte.
La burla y critica colectiva de la afición de la época no era sobornable y la merma en la asistencia a los estadios se notó de manera momentánea.
Soborno de 125 mil
Cualquier novato de hoy día podría recibir 125 mil dólares en una temporada dentro de los campos experimentales de cualquier franquicia, pero para aquellos ocho jugadores que se comprobó que jugaron para perder fue una fortuna para su época.
Hubo testigos que aseguraron vieron en un restaurante a “El Pequeño Hebreo” entregar varias manillas de billetes hasta completar10 mil dólares a cada uno de los jugadores y otros futuros implicados; pero las acusaciones contra el exmonarca fueron desestimadas.
El temible Rosthastein se encargaba de desaparecer las evidencias y los testigos, también a los implicados cercanos como Attell, los enviaba fuera del alcance de la ley, así que le preparó unas vacaciones en Canadá durante un año cuando el escándalo tomó su mayor temperatura.
Surge el Comisionado
Todo era tan creíble y tan sólido en la mente de los fanáticos, que el ambiente beisbolero urgía de medidas ejemplarizadoras, al menos que no permitieran una repetición de un acto tan atroz como el denunciado.
La primera medida en ese orden fue la creación del puesto del Comisionado de MLB, que para entonces se llamó al inicio “Regidor”, luego “Comisionado”.
Ante la incapacidad de las grandes cortes civiles que desestimaron el caso por ¨falta de pruebas¨, fue el juez Kenesaw Montain Landis, nombrado como primer Comisionado de Béisbol de las Grandes Ligas, quien se empantalonó y tomó la decisión fuera de los tribunales de expulsar de por vida a los culpables.
La medida de Landis fue tan severa que le prohibió a todos los implicados en la venta de la Serie Mundial, tener algún tipo de participación o vínculos con el béisbol.