Vivimos en vasto universo que se expande cada día. Los humanos, ya no tan seguros de que vivimos solos en esta inmensidad, descubren a través de la tecnología que otros planetas, en otros sistemas solares, pueden albergar vida y agua.

Apenas hemos puesto los pies en la Luna. Ese universo inexplorado guarda infinidad de secretos y nuevas leyes físicas por descubrir. 

Desconocemos algunos hechos y situaciones complejas que permiten la vida y que nos mantienen, gracias a la gravedad en un lugar seguro. 

Una atmósfera que nos permite vivir y muchas condiciones para que florezca la vida.

Frente a esa realidad podemos asumir a un Dios creador, o como otros a un proceso evolutivo como origen de lo que existe. 

Sin embargo, una realidad se le impone a quienes viven en este planeta. Muchas cosas no las podemos controlar. Los fenómenos de la naturaleza como ciclones, terremotos o la caída de un meteorito. 

Otras se nos imponen como fuerzas avasalladoras en la sociedad. De ejemplo tenemos las crisis económicas nacionales, guerras; o en la vida personal como la enfermedad, la muerte, las decepciones y las rupturas amorosas.

Una de las bases de la filosofía estoica es que hay cosas que no podemos controlar y otras sí. 

Frente a la entropía del universo, ese desorden creador, se nos ha dado un mundo interno para administrar. 

Si lo hacemos bien podemos ser felices, al aceptar lo que no podemos cambiar y tenaces con coraje para luchar y cambiar a la sociedad en busca de bienestar y justicia.

Podemos controlar lo que pensamos y recordar como dice Epicteto que no son los hechos los que atormentan a los hombres, sino lo que interpretamos. 

La interpretación nos hará sufrir o nos dará aceptación y felicidad. Eso lo podemos controlar. 

No podemos controlar las opiniones de los demás acerca de nosotros, pero sí tener nuestras propias ideas de lo que somos.

Podemos aprender a aceptar realidades que no podemos cambiar, como la enfermedad incurable y la muerte. Así es posible aprovechar el espacio de vida que se nos ha dado para tener un mundo mejor. 

Para aportar a nuestros semejantes. Para ayudar y no dañar. Vivir sabiendo que la vida es un regalo para disfrutar y que podemos inspirar a otros para ser mejores y para diseñar modos de ser útiles y lograr la felicidad individual y familiar. 

Dar gracias por los regalos recibidos como oxígeno, sol y un hogar en un hermoso planeta. La gratitud nos permite ver la vida con menos quejas y con fe en el porvenir.

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