Dr. Octavio Féliz Vidal. Terapeuta Familiar y Sexual

Nacemos en una familia que no conocemos totalmente. En todas las familias se susurran secretos, se cuentan medias verdades y hay verdades que corresponden a la historia que cada miembro de la familia ha vivido. 

No todos los hermanos tienen a los mismos padres. Cada hijo nace en un contexto diferente. Así como no se puede beber dos veces la misma agua de un mismo río, dos hijos no pueden tener a la misma madre y al mismo padre, ya que en el proceso evolutivo de cada ser humano vamos cambiando nuestra madurez emocional. 

Ciertas evoluciones   pueden ser involuciones de acuerdo al tipo de historia vital que nos toque vivir.

Un proceso involutivo en la madurez personal puede deberse a historias traumáticas en el desarrollo de la persona.

 Las separaciones, las pérdidas, los ascensos, las enfermedades, eventos o desastres naturales: pueden marcar la vida de una persona para siempre y convertirlo en un padre o madre diferente. El cambio puede ser para bien o para mal del futuro niño o niña por venir.

La posición empática de los hijos en un futuro es necesaria para entender la historia de nuestros padres. Aquella historia que tal vez explica ese comportamiento inexplicable para nosotros. Ese comportamiento que probablemente nos marcó y nos produjo daño. 

La empatía implica entender eso que no tiene lógica desde nuestra perspectiva; pero que si la tiene desde la perspectiva del padre o madre que actuó de una manera que no aprobamos.

Para ser buen terapeuta debo realizar mi propio viaje a mi familia de origen, ese viaje tal vez nunca termine. Pero lo interesante es el trayecto. Y en ese trayecto hay lágrimas, enojos, penas, vergüenzas, alegrías, odios, perdón, amor. Y sobre todo la convicción de que mi familia, no es la mejor del mundo, pero es mi familia, yo no la elegí, ella me dio la maravillosa oportunidad de pertenecer a ella, por la decisión de mis padres de traerme al mundo. 

Al llegar tengo un legado de la familia de la que proviene mi padre y de la que proviene mi madre. Es un viaje para crecer, no para rencores, es un viaje de gratitud infinita a aquellos que me dieron, a través de Dios, el don de la vida. Y solo por eso les debo una gratitud eterna, al margen de mis valoraciones subjetivas u objetivas.

 En este viaje debo hacer paradas, para descansar, las emociones son muy fuertes y debo detener la marcha para un descanso, para retomar fuerzas y con las ganas de llegar a un mejor lugar en el que pueda sentir que he crecido como ser humano. Reconociendo que mis padres no eran perfectos, que cometieron muchos errores, como los que he cometido con mis propios hijos, o los que en un futuro cometeré. 

He descubierto también que sus pautas me persiguen, y que lo mucho o poco que lograré en la vida está determinado por valores y pautas aprendidos en esa familia, en la que aún lo negativo me puede hacer crecer hasta las estrellas, porque a veces decido no seguir aquellas pautas que fueron negativas en uno de mis padres. 

Ese patrón de errores me hace crecer y ser un mejor ser humano, para que me disfrute la sociedad, mi familia y aquellos con quienes me relaciono en lo laboral.

Todos juzgaremos a nuestra familia de origen. Juzgaremos a nuestros padres. Aun Jesús cuando dijo PADRE, POR QUÉ ME HAS ABANDONADO? nos dejó la lección de esa interpretación de abandono que sentimos en momentos difíciles, cuando no entendemos la razón que tienen nuestros padres o la posición desde la que ellos se ubican para protegernos de una manera que no entendemos.

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