Ya agotada por los años, una dulce ancianita de 90 años preparaba todos los días su exquisito y provocativo, encendía un anafe donde se prendía el carbón vegetal, utilizaba un jarro con agua y agregaba un puro café de las montañas. Compartía con sus hijos y vecinos la aromática bebida hecha en un colador de tela.
José, un agricultor que disfruta sembrar la tierra. Ha criadod a sus hijos y financiado a dos profesionales con las pocas tareas que tiene. El espigado y atento hombre siembra con sus propias manos. Llega a las 6 de la mañana a su conuco y riega sus plantas. Con amor las ve crecer y disfruta la cosecha.
Al perder la pasión por vivir, perdemos la inspiración. Las pequeñas cosas pierden sentido. De acuerdo a las estadísticas mundiales los países con mejor calidad de vida, como los de Europa del norte y Japón, son los que tienen más altos niveles de suicidio.
Pierden la esperanza por la ausencia, a veces, de las problemáticas que nos abruma en otros países, pero que resolverlas nos da una razón para vivir.
Vivir inspirados es tener un motivo para ser útiles, es disfrutar la alegría de vivir en un hermoso planeta que se renueva y recicla. Nuestra inspiración y pasión son el motor de la raza humana. El amor al trabajo, el amor a la música, a la literatura y a la ciencia. Otros aman la agricultura, la naturaleza.
Otros entregan su vida a ayudar a otros y muchas personas encuentran sentido a su vida en Dios y en sus creencias.
Al tener la chispa que nos impulsa a vivir podemos ser mejores seres humanos y logramos una mejor sociedad para todos, empezando a crear las bases en una familia sana y funcional.