Su señal estuvo viajando a través del polvo de la Vía Láctea durante, aproximadamente 1.900 millones de años antes de llegar a la Tierra.
La NASA ha registrado el estallido más poderoso de rayos X y de rayos gamma desde que comenzó la civilización humana, con la ayuda de la misión Fermi y el Explorador de Polarimetría de Rayos X de Imágenes (IXPE, por sus siglas en inglés), comunicó la entidad estadounidense este martes.
“Los chorros [de partículas] eran excepcionalmente estrechos, muy parecidos a la estructura de chorro de una manguera de jardín, y uno apuntaba hacia nosotros”, dijo Kate Alexander, docente en el Departamento de Astronomía de la Universidad de Arizona (EE.UU.), al explicar que es probable que la señal permanezca detectable durante años, permitiendo así rastrear su ciclo de vida completo.
De acuerdo con los científicos, la explosión, denominada GRB 221009A, se produjo el pasado 9 de octubre, pero fue tan brillante que cegó a la mayoría de los instrumentos gamma en el espacio. Esto impidió registrar directamente la intensidad real de la emisión.
No obstante, los expertos pudieron reconstruir la información del evento, a partir de los datos del telescopio espacial de rayos gamma Fermi de la NASA y el IXPE, según un estudio publicado en la revista científica The Astrophysical Journal Letters este martes.
Posteriormente, los astrónomos compararon los resultados con los datos del equipo ruso que trabaja con el instrumento Konus en la nave espacial Wind de la NASA y con los equipos chinos que analizan las observaciones del detector GECAM-C en su satélite SATech-01.
Una vez cada 10.000 años
Como resultado, se probó que el estallido fue 70 veces más brillante que cualquier otro que se haya visto hasta ahora. Los investigadores aseveran que este evento ocurre una vez cada 10.000 años y que su señal estuvo viajando a través del polvo de la Vía Láctea durante aproximadamente 1.900 millones de años antes de llegar a la Tierra, lo que la convierte en una de las explosiones “largas” más cercanas conocidas, cuya emisión inicial dura más de dos segundos.
Se destaca que este evento permitió sondear nubes de polvo distante en nuestra propia galaxia. Además, los científicos suponen que estas explosiones representan el nacimiento de los agujeros negros que se forman cuando los núcleos de las estrellas masivas colapsan por su propio peso. En este contexto, se plantean el interrogante sobre si los agujeros pueden devolver energía al universo y no solo consumirla.