La condición de crecer y cambiar es una de las cualidades que el creador puso en la humanidad. 

Así como una simple semilla se introduce en la tierra y en condiciones adecuadas nace y se convierte en un gran árbol, así como seres humanos podemos ver crecer nuestras potencialidades y podemos ser fuente de enriquecimiento a nuestras vidas y a las de otros.

La vida es crecimiento y movimiento. Cuando forjamos un sano estado de ánimo nos mantenemos activos, dispuestos y llenos de alegría. 

Evadiendo la tristeza y las culpas y frente a los fracasos asumimos una postura de aprendizaje y nos proponemos crecer, superar nuestros errores y ver la vida como una fuente inagotable de aprendizaje y nuestras relaciones, con sus éxitos y decepciones, como un mecanismo de validación social que nos hace crecer y nos entrena para ser entes con capacidad de vivir en sociedad y de ser productivos y con capacidad de ser útiles al desarrollo familiar y social.

Germinar y crecer sin miedos. Superar nuestras limitaciones y hacer uso de la justicia y la equidad relacional para lograr mejores relaciones. 

Aprender nuevas formas de relacionarnos y dejar posturas de explotación y maltrato que podemos tener contra otros o dejar posturas de víctimas que nos hacen tolerantes al abuso. 

En fin…crecer para bien, para ser mejores hijos, mejores padres, mejores amigos y renovarnos como pareja con relaciones de respeto y de amor.

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