El planeta gira alrededor del Sol en una elipse, en lugar de un círculo. El viernes, el planeta alcanzará el punto más alejado de su estrella conocido como afelio.

Llegó el verano al hemisferio norte. Pero, mientras disfrutas de largos y agradables días en la playa o en la naturaleza, es posible que te sorprenda saber que nuestro planeta se acerca sigilosamente a su máxima distancia del Sol, un fenómeno conocido como afelio.

Esto es lo que hay que saber sobre este acontecimiento celeste que se produce todos los años al comenzar el verano.

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La Tierra alcanza el afelio cada mes de julio, y este año eso ocurrirá el viernes a la 1:06 a. m., hora del Este.

El afelio de la Tierra se debe a que su órbita no es circular, sino elíptica. Según Kirby Runyon, geólogo del Instituto de Ciencias Planetarias, todos los planetas del sistema solar viajan en círculos alargados alrededor del Sol, en vez de perfectos. Y lo más probable es que lo mismo ocurra con los mundos alrededor de otras estrellas.

La responsabilidad de todas estas órbitas elípticas la tiene la gravedad.

“Todos los planetas tienden a empujarse unos a otros”, alejando sus órbitas de los círculos perfectos, explica Runyon. “Es literalmente una caótica lucha entre pequeñas cantidades de influencia gravitatoria que los planetas ejercen unos sobre otros”.

Júpiter ejerce la mayor influencia porque es el planeta más grande de nuestro sistema solar, añadió.

El grado en que una órbita se desvía de un círculo perfecto se mide por su excentricidad. Cuanto mayor es la excentricidad, más elíptica es la órbita. En el caso de algunos cuerpos del sistema solar, la excentricidad es bastante pronunciada: Marte, con una excentricidad de 0,094, oscila entre unos 207 y 249 millones de kilómetros de distancia del Sol. Plutón, cuya distancia al Sol varía de alrededor de 4500 a 7200 millones de kilómetros, es aún más excéntrico, con 0,244.

En cambio, nuestro planeta solo tiene una excentricidad de 0,017. “La órbita de la Tierra es bastante circular”, afirma Larry Wasserman, astrónomo del Observatorio Lowell de Flagstaff, Arizona. “Si la dibujaras en un papel a escala, probablemente no te darías cuenta de que está ligeramente achatada”.

En el afelio, la distancia de la Tierra al Sol es de unos 152 millones de kilómetros. Seis meses después, a principios de enero, en invierno, la Tierra se encuentra en su punto más cercano al Sol, a 147 millones de kilómetros. Este punto se conoce como perihelio.

Desde nuestra superficie, 5 millones de kilómetros pueden parecer mucho, pero no lo son tanto a escala astronómica. El tamaño del Sol en el cielo parece un 4 por ciento menor en el afelio que en el perihelio, un efecto demasiado pequeño para notarlo sin instrumentos precisos, según Wasserman.

Una idea errónea muy extendida es que la variación de la distancia de la Tierra al Sol es lo que origina las estaciones. Sin embargo, tiene un pequeño impacto: en el afelio recibimos un 7 por ciento menos de luz solar que en el perihelio, lo que genera veranos e inviernos un poco más suaves en el hemisferio norte.

Pero este efecto se ve compensado por la inclinación del eje de la Tierra, lo que significa que en distintos puntos de su órbita los hemisferios se inclinan hacia el Sol o se alejan de él.

En el afelio, que se produce pocas semanas después del solsticio, la mitad norte del planeta se inclina hacia el Sol, lo que origina los días más largos y calurosos del verano, aunque la Tierra se encuentre más lejos.

Y en el perihelio de enero, el hemisferio norte se inclina hacia el sol, lo que hace que los días sean más cortos y las temperaturas más frías.

En el hemisferio sur, este impacto se invierte. Como el hemisferio se aleja del Sol cuando la Tierra está en el afelio, los inviernos meridionales son un poco más fríos de lo que serían si nuestra órbita fuera perfectamente circular. Cuando el planeta se acerca al perihelio, en enero, el hemisferio se inclina hacia el Sol, por lo que los veranos meridionales son ligeramente más cálidos.

Para los planetas con excentricidades más exageradas, el cambio de distancia puede tener un mayor impacto. Por ejemplo, en Marte la luz solar puede variar hasta un 31 por ciento a lo largo de su órbita.

Es una coincidencia que la Tierra alcance el afelio cerca del momento en que su inclinación hacia el Sol es mayor. Y esto cambiará con el tiempo, a medida que otros planetas del sistema solar influyan gravitacionalmente sobre la órbita de la Tierra en el futuro. En la actualidad, su excentricidad está disminuyendo, lo que significa que su trayectoria alrededor del Sol es cada vez más circular.

Si nuestra órbita planetaria fuera un círculo perfecto, la duración de las estaciones sería exactamente la misma (ahora mismo, la primavera y el verano son unos días más largos que el otoño y el invierno en el hemisferio norte), pero no cambiaría mucho más. “Si, de alguna manera, chasqueáramos los dedos y la órbita de la Tierra se volviera más circular, probablemente todo iría bien”, afirma Runyon.

Pero si algo hiciera que la órbita de la Tierra se volviera más excéntrica, las consecuencias podrían ser catastróficas. En el hemisferio sur, las estaciones se volverían demasiado extremas: los veranos serían insoportablemente calurosos y los inviernos intolerablemente fríos. Esto podría provocar malas cosechas y heladas.

Fuente: The New York Times en Español

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