“Degradación”, “inmoralidad”, “degenerados”, “brutalmente pornográficos”. Las descalificaciones abundan en Argentina en contra de libros de ficción de autoras premiadas nacional e internacionalmente, que se distribuyen en las bibliotecas de escuelas de educación básica de la provincia de Buenos Aires, y que incluyen escenas sexuales que han escandalizado a los sectores más conservadores.
La vicepresidenta Victoria Villarruel encabezó la cruzada para evitar que se distribuyan en los colegios libros como “Las aventuras de la China Iron”, de Gabriela Cabezón Cámara; “Cometierra”, de Dolores Reyes; o “Las primas”, de Aurora Venturini, entre un centenar de títulos.
“Existen límites que nunca deben pasarse. ¡Dejen de sexualizar a nuestros chicos, saquen de las aulas a los que promueven estas agendas nefastas y respeten la inocencia de los niños! ¡Con los chicos no!”, escribió la vicepresidenta al postear algunos fragmentos sacados del contexto de la historia.
También se sumó la Fundación Natalio Morelli, que se presenta como una institución que protege los derechos de niños y adolescentes, y que ya denunció penalmente al director de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, Alberto Sileoni.
“Acusamos al funcionario de haber permitido la distribución de material educativo que contiene fragmentos de contenido sexual explícito a menores de edad (…). Los textos, dirigidos a adolescentes de 12 y 15 años y en algunos casos, a niños más pequeños, contienen pasajes explícitos que exceden ampliamente los límites de la educación sexual integral”, denunció la Fundación en un comunicado, en el que que se solicitaron medidas cautelares para “detener la distribución de estos materiales”.
Del mismo modo, solicitan la citación de Sileoni a declarar por las acusaciones y el secuestro de “los libros cuestionados“, unas medidas similar a las que se han expandido en los últimos años en EE.UU., en donde los grupos conservadores han logrado que en escuelas se censuren títulos sobre ciencia, la teoría de la evolución, derechos reproductivos y diversidad sexual, entre otros temas. A cambio, imponen la lectura de la Biblia.
Debate
El periodista Eduardo Feinmann incluso acusó de “degenerado” al director de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires mientras lo entrevistaba.
“Sus oyentes no esperan que usted diga que yo soy un degenerado (…) Cuando usted arranca diciendo ‘estupor y materiales aberrantes para niños’, inevitablemente los oyentes tienen que indignarse. Entonces, esos no son libros de educación sexual. Esta es una colección de literatura”, explicó Sileoni, en un vano intento de terminar con la polémica.
Los libros en cuestión no son obligatorios, solamente se encuentran disponibles en las bibliotecas escolares y con la advertencia de que se requiere apoyo docente para su lectura. Por eso, escritores y escritoras lanzaron la campaña ‘Derecho a leer’ para sacar pecho por las políticas culturales que promueven la lectura.
“El derecho a elegir qué leer, y por lo tanto qué no leer, es irrenunciable. Es por eso que esta colección de más de 100 libros (…) no prescribe la lectura ni obliga a leer los libros canónicos (…) cada libro es un misterio que encierra su propio itinerario de lectura”, señalaron en una carta que invitaron a firmar.
Defensa
“Con esta estupidez de querer censurar libros como Cometierra, Las aventuras de la China Iron o Las primas, lo único que van a conseguir es que los pibes [jóvenes] de todo el país se pongan a leerlos para ver qué les están ocultando”, advirtió el escritor Sergio Olguín, en medio de la incesante polémica.
“La colección Identidades Bonaerenses es una de las mejores cosas que tiene la Provincia de Buenos Aires. 120 toneladas de libros que pesan mucho más que los tuits desangelados de la reacción conservadora“, agregó el autor Félix Bruzzone.
La controversia tiene un trasfondo partidario, ya que la provincia de Buenos Aires es gobernada por el peronista Axel Kicillof, uno de los principales líderes opositores al presidente Javier Milei, quien está en contra del derecho al aborto y la educación sexual integral, entre otras políticas que avanzaron en las últimas dos décadas en Argentina.