Esa enfermedad podría provocar “problemas a largo plazo” en esos pacientes.

Los electroencefalogramas realizados a cientos de pacientes con covid-19 revelaron que las anomalías en su actividad cerebral indicarían que sus cabezas no funcionan con normalidad, informa la Escuela de Medicina Baylor con sede en Houston (Texas, EE.UU.).

Esas alteraciones incluyeron patrones rítmicos y picos de actividad de tipo epiléptico, pero la más común fue una desaceleración difusa que, a largo plazo, afectaría a las ondas del cerebro.

Durante la pandemia, algunos pacientes perdieron olfato y gusto; sufieron accidentes cerebrovasculares, convulsiones y encefalitis o tuvieron mareos y dificultades para concentrarse.

Todas esas manifestaciones están relacionadas con el funcionamiento del cerebro, así que en algunos casos los especialistas examinaron su actividad eléctrica en diferentes partes mediante el uso de electrodos.

Así, el análisis de los electroencefalogramas de 617 pacientes con covid-19 que recopilaron de 84 estudios mostró que podrían acarrear “problemas a largo plazo”, declaró el neurólogo Zulfi Haneef, coautor del estudio.

Huellas de la inflamación y otros problemas

De los 420 pacientes en cuyos casos estaban claras las razones para solicitar un encefalograma, casi dos tercios habían experimentado algún delirio, coma o confusión.

Cerca del 30 % de las personas habían padecido convulsiones o algo semejante, varias tenían problemas al hablar y otras habían sufrido un paro cardíaco que habría interrumpido el flujo sanguíneo al cerebro, detalla un artículo en la revista Seizure.

Un tercio de todas las anomalías detectadas se localizaron en el lóbulo frontal, la parte del cerebro responsable de las tareas del pensamiento ejecutivo que permite tomar decisiones, regular emociones y controlar el comportamiento, mientras que también participa en el aprendizaje y la atención.

El deterioro o la desaceleración detectados serían consecuencia de la inflamación generalizada provocada por el aumento de la respuesta inmunitaria, aunque también pudo influir que tuvieran un flujo sanguíneo más débil a causa del funcionamiento del corazón y los pulmones.

Para los autores, sus hallazgos sugieren la necesidad de realizar encefalogramas o tomar imágenes del cerebro a muchos más pacientes para apreciar con más precisión qué daño ocasiona el SARS-CoV-2 al lóbulo frontal.

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