Nuestros hijos deben crecer. Asumir riesgos. Elegir por ellos mismos su carrera y su futuro. A estas alturas los principios y la responsabilidad serán su guía.
Nuestras expectativas para nuestros hijos son nuestras. Ellos luchan por ser diferentes a nosotros. Luchan por ser ellos mismos. A veces no lo entendemos como padres.
Al final quien no defina su propia agenda vivirá a la sombra de sus padres, no logrará ser él o ella, como persona. El futuro es desconocido. Debemos encomendar al porvenir y a Dios nuestros hijos.
Serán los futuros políticos. Los jueces y abogados, educadores, médicos, obreros, choferes, policías, militares, ingenieros, músicos y cantantes. También podrán ser los desviados de la sociedad, los que no cumplen las reglas del sistema.
Serán el próximo mundo. No un mundo perfecto, pero será el que ellos nos darán.
Nuestra capacidad de dejarlos ir, permitirá que vuelvan, que sean responsables, que sean respetuosos y que quieran una sociedad justa y mejor.
Hay padres y abuelos maltratados por sus hijos. No han cumplido sus expectativas. Algunos vencidos por adicciones golpean y maltratan a sus padres y abuelos. Esa falta de autonomía de los hijos crea padres codependientes que pagan deudas y resuelven problemas legales a sus hijos
Muchos padres codependientes pierden la salud: diabetes, hipertensión y estrés son cosecha de tormentos provocados por unos hijos que no logran crecer con responsabilidad y no pueden ser independientes.
Nos toca a los padres educar y disciplinar a nuestros hijos para que sean responsables, respetuosos y recursivos a la sociedad; con talentos que no escondan y que logren desarrollar sus habilidades para su propio bien y el bien de una sociedad más justa, menos violenta, con acceso a la educación, a la salud y a la seguridad ciudadana.