APINGLEWOOD,
California, El Super Bowl marcará un momento emblemático en el regreso de la NFL a Los Ángeles. Un equipo será local en un estadio reluciente, con un glamur propio de Hollywood.
Los Rams buscarán emocionarse en Inglewood, tanto como lo hicieron alguna vez aquí los Lakers, los Kings y los purasangre.
“El fútbol americano no estuvo en Los Ángeles durante una generación”, dijo Harrison Bernsen, fanático de los Rams, frente al SoFi Stadium, el 13 de febrero, justo antes de que su equipo venciera a los 49ers de San Francisco para avanzar al Super Bowl, donde se enfrentará a los Bengals de Cincinnati.
“Esta es la forma en que recibimos de vuelta esto. Aprovecharemos los grandes partidos, fuimos sede de la final de la Conferencia Nacional y seremos sede del Super Bowl. Es nuestro momento. Es el momento de Los Ángeles”.
El palacio construido por el dueño de los Rams Stan Kroenke, con un costo de 5.000 millones de dólares, se asemeja a una ola. El objetivo era reflejar la región oceánica que lo alberga y recibir los partidos más importantes.
“En 2014, cuando trazamos nuestras primeras líneas en el papel, era con la idea de que esto albergaría un Super Bowl algún día”, contó Lance Evans, director deportivo de HKS Architects y diseñador principal del inmueble.
Evans estaba sentado junto al terreno, contemplando el estadio.
“Estoy ansioso por ver la forma en que la NFL, el escenario mundial y los fanáticos suficientes afortunados para ingresar, verán este edificio, lo experimentarán y disfrutarán el espectáculo que lo rodea”, comentó.
El SoFi, que se inauguró en medio de la pandemia en 2020 y sólo ha albergado una campaña con aforo completo, es inconmensurable. Se trata del estadio con mayor superficie en la NFL, 3,1 millones de pies cuadrados (29 hectáreas). Tiene capacidad para más de 70.000 espectadores sentados, aunque el aforo podría ampliarse a 100.000.
Considerado el primer estadio que combina ventajas de un inmueble techado y uno al aire libre, tiene un domo traslúcido que filtra la luz solar y mantiene frescos a los fanáticos y deportistas. Sus costados descubiertos hacen posible que pase el viento del Océano Pacífico, ubicado a unos kilómetros.
“Cuando estás acá, puedes sentir el viento en la cara”, dijo Rico Iko, seguidor de los 49ers, parado en una terraza alta del inmueble. “Es muy californiano, un estadio muy de Los Ángeles”.
La proximidad del estadio respecto del Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, requirió que el SoFi no tuviera una estructura muy alta. El campo se ubica 100 pies (30 metros) debajo del nivel del suelo, lo que crea un “cañón”, de acuerdo con los arquitectos. Ese diseño se combina con el domo para hacer que el estadio sea uno de los más ruidosos de la liga, de acuerdo con Evans.
La pantalla ovalada y de dos caras es la mayor que se haya construido jamas. Pende por encima del terreno, con 80 millones de pixeles, para que los espectadores puedan ver repeticiones, estadísticas y anuncios en una resolución de 4K.
“Desde cada asiento uno siente que está cerca de la acción, por esa pantalla”, dijo Bernsen.
Para los adinerados, incluidas muchas celebridades que tienen previsto asistir al Super Bowl, hay 260 suites de lujo, bungalós al estilo de un club de playa detrás de las zonas de anotación y más de 13.000 butacas “premium”, cada una conectada a más espacios amplios de una casa club, a la que pueden acudir los fanáticos de altos ingresos.
Por todo el inmueble hay espacios con ese ambiente de club y cantina, que dan más opciones para que los fanáticos se diviertan o disfruten el lujo.
Después de su primera visita, un famoso aficionado pensó que éste era “el mejor estadio del mundo”. Era LeBron James, de los Lakers de esta misma ciudad.
el octavo Super Bowl en el área de Los Ángeles, que recibió el primero en el Memorial Coliseum. Otras ediciones se realizaron en el Rose Bowl de Pasadena, incluida la derrota de los Rams ante los Steelers de Pittsburgh en 1980.
El último fue en 1993. Al año siguiente, los Rams y los Raiders se marcharon, y Los Ángeles se convirtieron en una ciudad sin NFL.
Hubo varios intentos por corregir esta anomalía. Pocos pensaron que la ausencia sería tan larga.
En 1996, una iniciativa para llevar a cabo a los Seahawks de Seattle a Los Ángeles fue frenada por la liga, que resultó la llegada de un equipo de expansión a la ciudad en 1999. Pero ese equipo terminó jugando en Houston, como los Texans.
En la década siguiente, el sur de California fue más bien la moneda de cambio que usaban los dueños de la NFL cuando obtuvieron de que sus ciudades financiaran nuevos estadios. De no hacerlo, decían, se irían a Los Ángeles.
Al final, surgieron algunos proyectos serios.
Y ahora, la reconciliación absoluta llega con el Super Bowl, y con los Rams como locales en la metrópolis que los vio nacer antes de su mudanza a San Luis.