La ira y el enojo son emociones que bloquean nuestra razón. 

Cuando estamos muy enojados, la corteza cerebral deja el dominio a las  zonas bajas y primitivas de nuestro cerebro. Reaccionamos como un animal inferior y nos tornamos agresivos. 

Nublados por la rabia podemos maltratar a nuestros hijos con palabras y con golpes. 

Si tomamos un tiempo fuera: podemos enfocarnos emocionalmente y dejar que la razón nos guíe y así poder ver la perspectiva del niño y del adolescente.

Cuando ocurren situaciones que nos sorprenden, con respecto a nuestros hijos, como una pelea donde otro niño le ha agredido, o si ocurre un mal comportamiento en la escuela que requiere que los padres sean llamados al centro escolar: son eventos que pueden descontrolar las emociones de los padres. 

Debemos gestionar adecuadamente nuestras emociones para servir de modelo a nuestros hijos. 
Muchos padres no toleran que los hijos le hagan un reclamo o que emitan una opinión diferente a la de ellos. 

Algunos interpretan esa actitud de hijos y adolescentes como un irrespeto, pueden maltratar verbal y físicamente a sus hijos.

 Cuando le damos la oportunidad a nuestros hijos de expresarse y de disentir, estamos colaborando a su madurez emocional y futura autonomía.

Lo que si exigiremos es que se mantenga el respeto en cualquier reclamo y se sepa cómo es la jerarquía paterna ejercida con firmeza y amor.

Los errores que cometen nuestros hijos son un detonante que pueden descontrolar nuestras emociones. 
La Disciplina Positiva recomienda que veamos los errores como oportunidades de aprendizaje y que como correctivo, apliquemos consecuencias naturales y lógicas. 

Los padres deben definir reglas y límites y hacer uso de la supervisión, así los eventos imprevistos serán menores y los hijos tendrán un marco de referencia acerca de que se permite y que no en la familia. 

Al desarrollar sanos límites y reglas en nuestros hijos, logramos la analogía de los rieles del tren. 
Esa metáfora ve los rieles como los límites y a los niños y adolescentes como al tren. 

Después que construimos los rieles con límites sanos y claros, nuestros hijos sabrán cómo van a transitar por la vida y las consecuencias que acarrean sus actos.

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