Destaca la importancia de proteger e incentivar a las empresas donantes

Más que una satisfacción para las empresas, donar es una manera de recibir beneficios fiscales, reducir costos de inventarios, eliminar focos de posible contaminación y, lo más importante, contribuir a mitigar el hambre de unas 2,500 personas que viven en zonas vulnerables de República Dominicana.

En la actualidad el Banco de Alimentos de República Dominicana (BARD) canaliza productos comestibles (donados por empresas) a 45 instituciones que, a su vez, asisten a huérfanos, personas abusadas, con discapacidad o enfermos, adultos mayores y adictos en recuperación.

La directora ejecutiva del BARD, Julina Staffeld, lamenta que un tercio de todo lo que se produce en el país va a terminar en la basura, “en un mundo en donde el hambre crece”. La institución sin fines de lucro trabaja para mitigar el hambre en siete provincias, en las que ha distribuido desde 2013 unas 4,350,000 raciones.

Las donaciones llegan principalmente de empresas que aportan productos no aptos para la venta por razones que no afectan su inocuidad. También de agricultores cuya producción provoca pérdida al colocarse en el mercado o de empresas que “simplemente donan como parte de su responsabilidad social”, dice.

Staffeld, quien dirige la institución desde febrero del presente año, resalta que “todo lo que pierde valor comercial, pero sigue estando apto para el consumo humano, nosotros lo rescatamos. Los productos próximos por vencer, los que tienen desperfectos en su empaque, paquetes destapados o enlatados abollados”.

Para 2018 la institución rescató 118,000 kilos. La meta para este año es duplicar la cantidad, la cual está encaminada con unos 100,000 kilos al primer semestre de 2019. Entre los alimentos recibidos se encuentran 1,000 libras de carnes y mariscos y 20,000 kilos de vegetales.

La ejecutiva destaca la importancia de trabajar con el sector agropecuario, ya que contribuye con el manejo y distribución de sus productos que no irán al mercado. “Solo desde San José de Ocoa trasladamos 20,000 kilos de pimientos, ajíes, tomates, entre otros vegetales”, dice Staffeld.

Proceso de distribución

El BARD, que pertenece a una red de impacto global que agrupa a más de 800 bancos en 31 países, trabaja como centro de acopio. Diariamente sus camiones se trasladan a las compañías para recoger los productos y llevarlos a su almacén, el cual está ubicado en el kilómetro 13 de la Autopista Duarte.

Luego de trasladar los productos, un grupo de voluntarios se encarga de pesar el total recolectado para clasificarlo por categorías y fecha de vencimiento. Finalmente, registran las donaciones en el sistema de inventario.

Luego de pesar los alimentos, los voluntarios preparan canastas cuidando la presentación y las marcas.

La calidad de los productos a donar es una preocupación para el BARD. Por esto, cada producto que llega al almacén se verifica para asegurar que cumpla los criterios de inocuidad y asegurar que la presentación sea digna a la hora de ser entregado a su consumidor final.

Los alimentos son entregados a instituciones debidamente registradas y verificadas, a las cuales se les cobra una cuota de recuperación que, por lo general, no excede los RD$2,000, y representa el 10% del valor entregado a cada institución.

“Esa cuota de recuperación es lo que hace que el banco sea autosostenible para poder trasladarnos a las provincias y a los supermercados que realizan grandes aportes a la institución”, aclara la directora.

Destaca que reciben abarrotes, granos, cereales, lácteos, cárnicos, frutas, vegetales, productos de aseo, ropa, electrodomésticos, muebles, en fin, todo es necesario y reusable. “Por ejemplo, tenemos instituciones de envejecientes, que por falta de abanicos no logran el descanso y las horas de sueño que todo ser humano necesita”.

“Frecuentemente nos solicitan mecedoras, camas, sábanas, estufas, las gestionamos, muchas veces las conseguimos, otras no”, añade.

“Es muy triste saber que cada día muchos supermercados y tiendas de nuestro país, destruyen o decomisan toneladas de alimentos y productos, carentes de valor comercial, pero en óptimas condiciones para el consumo humano”, dice.

Otro desafío es lograr la promulgación de una ley que ya fue aprobada en segunda lectura por la Cámara de Diputados, para la reducción de la Pérdida y Desperdicio de Alimentos.

Con esto pretenden establecer un régimen de protección legal para aquellos que deciden servir y atender a otros de manera voluntaria, con buena intención e incentivar a las personas y empresas para donar sin miedo a ser demandados.

Hambre cero en RD

El padre Domingo Legua, Vicario Episcopal de Pastoral Social de la Arquidiócesis de Santo Domingo, funda el Banco de Alimentos en el 2010, con la intención de reducir el hambre y mejorar la nutrición.

El banco pertenece a la Iglesia Católica y, a través de su directora preside el Comité Nacional para la Reducción de Pérdida y Desperdicio de Alimentos (PDA), el cual trabaja en la creación de políticas contra la pérdida y el desperdicio de alimentos, estableciendo medidas que contribuyan al desarrollo sostenible desde la inclusión social, la sostenibilidad ambiental y el desarrollo económico, promoviendo una vida digna para aquellos que viven con inseguridad alimentaria.

“Este comité lo compone las Naciones Unidas a través de la FAO, a la que, al igual que al Despacho de la Vicepresidencia, nos adherimos en su objetivo de Hambre Cero para el año 2030”, dice Staffeld.

“También está Prosoli, el Ministerio de Agricultura, Grupo Ramos, Nestlé, entre otras importantes instituciones, quienes nos hemos comprometido a conducir acciones encaminadas a erradicar el hambre en República Dominicana”, añade.

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Por El Dinero