Madrid, España.-Hace años, Angelina Jolie (Los Ángeles, 1975) compartió un almuerzo con Jane Goodall, la primatóloga célebre por su trabajo con los chimpancés. Jolie llevaba ya tiempo metida en su labor humanitaria, pero cada viaje que hacía era más frustrante que el anterior y, en aquel encuentro, le confesó a Goodall su pesimismo.
“Dio un golpe en la mesa y me dijo: “Siempre hay esperanza”. Tú no tienes el derecho de abandonar, porque estás en una posición en la que puedes mejorar las cosas. Y por toda esa gente, no tienes permiso a lamentarte por soportar todo el peso en tus hombros, tienes que encontrar soluciones”. La actriz recordaba esta anécdota en una entrevista por el estreno de su segundo filme como directora, Invencible. Una anécdota que hoy, en tiempos menos esperanzadores, aún sigue vigente. Es difícil encontrar una entrevista en la que no pronuncie la palabra esperanza, en distintas modalidades o declinaciones.
Alrededor de ese optimismo, Jolie ha construido su imagen en los últimos años. Y ahora regresa al trabajo pidiendo acción con un thriller adrenalínico “Aquellos que desean mi muerte”, su primera película como actriz desde “Frente al mar” (2015) –aquel drama profético sobre la separación de una pareja que ella escribió, dirigió y coprotagonizó junto a su entonces marido– que no está destinada al público infantil, como Maléfica. A finales del presente año 2021 llegará a los cines “Los Eternos”, una nueva producción de Marvel dirigida por Chloé Zhao (Nomadland) y que supone para Angelina una vuelta a la acción, ajustándose un estrecho mono dorado.
Además, la actriz celebra 20 años de su labor como embajadora de ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, y publicará un libro para ayudar a niños y jóvenes, escrito con la abogada Geraldine Van Bueren y Amnistía Internacional. Y, por supuesto, continúa su colaboración enfocada en temas sociales con marcas de belleza, como Guerlain. Muchas novedades laborales con una guinda: su siguiente proyecto como directora, el biopic del fotoperiodista Don McCullin, en el que ya está trabajando.
Una agenda así de apretada es la mejor estrategia de relaciones públicas para redirigir la atención más allá de su situación familiar. Atrás quiere dejar el divorcio y la custodia salpicada de nuevo por acusaciones de maltrato contra Brad Pitt; y recuperarse del fracaso (en parte provocado por la pandemia) de sus últimos estrenos: Érase una vez y El magnífico Iván. Jolie no quiere permitir que otros se sigan aprovechando de su silencio, quiere recuperar el control de lo que se dice de ella. Una labor que, extrañamente en Hollywood, ha realizado siempre sin un publicista o agente a su alrededor. “Muchas veces los publicistas son muros de contención más que generadores de noticias. Alguien como ella no necesita que se genere noticia, ella es la noticia. Y poca gente puede tener ese control como lo tiene ella”, explica Álvar Carretero de la Fuente, director de Awards PR & Global Publicity en la agencia Joshua Jason PR de Los Ángeles, especializada en campañas de premios, festivales y eventos.
Ya en 2008, el New York Times dedicó un reportaje a cómo llevaba las riendas de su “orquestada imagen”. Según el artículo, acordaba los precios de las imágenes de sus hijos, derivaba la conversación en las entrevistas hacia sus causas humanitarias y cerraba las oportunidades de fotos, en apariencia robadas, directamente con los paparazzi. Así habría conseguido virar la imagen de joven rebelde durante su matrimonio con Billy Bob Thornton a la de madre comprometida junto a Pitt. Y pasó a ser una de las más queridas en el índice Q Score, que mide la simpatía de las estrellas y es utilizado por las productoras como termómetro de rentabilidad.
Que no tenga publicista no significa que no esté asesorada por gente brillante”, insiste Carretero de la Fuente, que trabajó con ella en la campaña para los Óscar de The Breadwinner, en la que Jolie era productora ejecutiva. “Es una persona que sabe lo que quiere, con gran seguridad en lo que hace, lo pone muy fácil y tiene un equipo muy cercano con el que trabaja cada detalle”. Un equipo que permanece fiel y leal, lejos de la noticia. Como Mindy Nyby, que lleva años con ella y solo recientemente se ha presentado como portavoz de la actriz cuando cambió a la famosa letrada de los divorcios hollywoodienses, Laura Wasser, por una menos mediática y experta en familias, Samantha Bley Dejean.
La estrella que rompe prejuicios
Pero Jolie es una rareza en una industria en la que nada se abandona al azar.
“Jamás he entrevistado a una gran estrella de Hollywood que no estuviera
rodeada de asistentes o publicistas… –afirma Gill Pringle, corresponsal en
Los Ángeles de medios ingleses y australianos como The Times–. Eso fue una de
las cosas que más me sorprendió. Supe enseguida que estaba hablando con una
mujer adulta que era capaz de manejar todo ella misma”. Empezando por su
aspecto. Angelina se presenta siempre en las entrevistas con poco maquillaje,
ropa neutra, cómoda, adecuada al momento y hasta al tono del filme, casi sin
joyas. “Ella es deslumbrante y sabe el efecto que su belleza tiene en la
gente”, continúa la periodista inglesa. A continuación, desarma su
comunicación verbal y no verbal, su postura ante la prensa, sus sonrisas y sus
lágrimas. En 2014 tuve la oportunidad de entrevistarla dos veces por Invencible,
el biopic sobre el piloto de la II Guerra Mundial y atleta olímpico Louis
Zamperini que dirigió, y en ambas acabó llorando con una sinceridad que tira
por los suelos cualquier prejuicio sobre ella y humaniza ese halo entre
misterio y mito que lleva cultivando desde que empezó en los años 90.
Cuando eres una joven actriz, te dicen que no te hagas tatuajes, que no te cortes el pelo, quédate como un lienzo en blanco”, decía en 2001, en el primer giro de su carrera, tras el Óscar por Inocencia interrumpida, al encarnar a la heroína de acción Lara Croft. “Pero yo no pude, así que dije: “Me voy a afeitar la cabeza, hacer tatuajes en lugares que no puedes esconder y luego voy a trabajar”. Quería tener una personalidad fuerte, auténtica y en la que me sintiera cómoda”. 20 años después, así sigue. Angelina se ha mantenido al margen de esa feria de las vanidades desde el principio, quizá marcada por una infancia en la que su padre, el actor Jon Voight, desapareció mientras su madre, Marcheline Bertrand, tuvo que dejar su carrera como actriz para criarles a ella y su hermano.
Ella siempre ha sido la nota discordante en Hollywood, primero por sus extravagancias, porque en las entrevistas nunca parecía seguir un guion y porque, a diferencia de Brad Pitt y según ha confesado, no tiene muchos amigos en la industria. Un dato que se vio claramente en 2016, tras el anuncio de divorcio de la pareja: él se refugió en fiestas, en sus otros amigos famosos y, después, en una provocadora y triunfante campaña de premios con la película de Tarantino. Mientras, ella prefería entrevistas contadas pero selectas y en profundidad, el silencio y que su papel como directora, productora y embajadora humanitaria hablaran.
Aunque si hay un papel con el que ha querido hablar desde entonces es el de madre. Las fotos con sus hijos en supermercados y tiendas donde compra cualquier americano medio es la imagen que más hemos visto. Algunos dirán que forma parte de esta “orquestada imagen” de la que lleva un férreo y clarividente control. Otros que Angelina pone por delante a sus hijos. “Todos venían con frecuencia al set [de Érase una vez]. Pero se quedaban en su camerino, iban allí para estar con su madre, nada más”, cuenta la directora Brenda Chapman. “Es hablando de sus hijos, y de su trabajo con jóvenes como activista, cuando Angelina Jolie cobra vida”, asegura Edward Enningful, director de Vogue británico.
En aquellas entrevistas por Invencible, Angelina hablaba del perdón. ¿Se puede perdonar todo? Su respuesta puede seguir hoy vigente: “Es un tema sobre el que he pensado mucho. ¿Podría perdonar a alguien que me ha hecho daño? Sí, podría probablemente. ¿Alguien que haya hecho daño a mis hijos? No creo que pudiera. También creo que hay veces en las que lo que tiene que haber es justicia, y cambios”, reflexionaba.
Angelina es una optimista realista. La palabra esperanza para ella viene acompañada de justicia para, entonces sí, seguir un camino sin dolor. En ese camino está. Reclamando justicia para su familia y en todo el mundo, pidiendo más acción, porque no puede acallar su espíritu punk, e intentando mantener la esperanza. “Tengo que creer en ella o Jane [Goodall] se enfadará conmigo”.