Un estudio de pequeña escala encontró un efecto significativo y persistente en el cerebro tras el uso del compuesto psicoactivo, cada vez más popular en terapias psicológicas.

Si tuviéramos que imaginar una visualización del cerebro humano bajo los efectos de las drogas psicodélicas, sería algo parecido a esto.

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CreditCredit…Sara Moser/Washington University School of Medicine

La imagen procede de decenas de escáneres cerebrales realizados por investigadores de la Facultad de Medicina en la Universidad de Washington, en Saint Louis, quienes administraron psilocibina, el compuesto de las “setas mágicas”, a los participantes de un estudio antes de enviarlos a un escáner de resonancia magnética funcional.

El caleidoscópico torbellino de colores que registraron es esencialmente un mapa de calor de los cambios cerebrales, en el que los tonos rojos, naranjas y amarillos reflejan una desviación significativa de los patrones normales de actividad. Los azules y verdes reflejan la actividad cerebral normal que se produce en las llamadas redes funcionales, las vías de comunicación neuronal que conectan las distintas regiones del cerebro.

Los escáneres, publicados el miércoles en la revista Nature, ofrecen una visión poco frecuente de la salvaje tormenta neuronal asociada a las drogas que alteran la mente. Los investigadores afirman que podrían proporcionar una posible hoja de ruta para comprender cómo compuestos psicodélicos como la psilocibina, el LSD y la MDMA pueden conducir a un alivio duradero de la depresión, la ansiedad y otros trastornos mentales.

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“La psilocibina, a diferencia de cualquier otra droga que hayamos probado, tiene un efecto masivo en todo el cerebro que fue bastante inesperado”, afirmó Nico Dosenbach, profesor de Neurología de la Universidad de Washington y autor sénior del estudio. “Fue muy impactante cuando vimos el tamaño del efecto”.

En el estudio participaron siete adultos sanos a quienes se administró una dosis única de psilocibina o un placebo en forma de metilfenidato, la versión genérica de la anfetamina Ritalin. Cada participante se sometió a un total de 18 escáneres cerebrales, tomados antes, durante y después de la dosis inicial.

Cuatro participantes volvieron seis meses después para una sesión adicional de psilocibina.

Aunque los escáneres de quienes recibieron metilfenidato mostraron cambios agudos en los patrones de actividad cerebral, la alteración neuronal entre quienes tomaron psilocibina fue tres veces mayor, según el estudio.

Gran parte de esa alteración se produjo en partes del cerebro relacionadas con el pensamiento introspectivo, como al soñar despierto y recordar. Estas áreas ayudan a los individuos a definir su sentido de la identidad.

Quizá más sorprendentes fueron los escáneres tomados días y semanas después. Mostraron que los cerebros de quienes tomaron psilocibina habían vuelto en gran medida a la normalidad, pero seguía habiendo un cambio pequeño y significativo que sugería que los efectos de la droga persistían mucho después de que la psilocibina hubiera abandonado el cuerpo del individuo.

Jan Ramaekers, profesor de Psicofarmacología en la Universidad de Maastricht, en Países Bajos, quien no participó en el estudio, dijo que los escáneres que mostraban que la droga tenía efectos persistentes se correlacionaban con pruebas anecdóticas que sugerían que los beneficios de algunas terapias psicodélicas no eran permanentes. “Los tratamientos con psilocibina, aunque sean eficaces, no duran para siempre”, dijo. “En algún momento, hay que repetirlos”.

Joshua Siegel, neurocientífico y autor principal del estudio, dijo que la psilocibina parecía alterar la red neuronal por defecto del cerebro, un conjunto interconectado de áreas normalmente activas cuando el cerebro no está concentrado en nada en particular. Por el contrario, la red neuronal por defecto permaneció estable en los participantes que recibieron metilfenidato.

“La actividad en estas redes se volvió mucho más desorganizada, y los límites entre las redes básicamente se evaporaron”, dijo Siegel.

Utilizó la analogía de una onda de estadio sincronizada para explicar el fenómeno. En la actividad cotidiana normal, millones de neuronas trabajan de forma sincronizada, pero cuando un psicodélico como la psilocibina inunda el cerebro, esas neuronas empiezan a dispararse en una descarga caótica. “Es como si miles de aficionados levantaran las manos al azar”, explicó.

Ceyda Sayali, neurocientífica cognitiva del Centro para la Investigación de Alucinógenos y la Conciencia de la Universidad Johns Hopkins que no participó en el estudio, dijo que le sorprendieron las imágenes que mostraban un cambio notable cuando se pedía a los participantes que tomaban psilocibina que respondieran a preguntas sencillas que les obligaban a centrarse en lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Las peticiones, conocidas en este campo como enraizamiento o grounding, pueden sacar brevemente a los participantes de su ensueño psicodélico.

En este caso, la repentina sacudida de realidad se reflejó en los escáneres, que mostraron una breve disminución de la actividad cerebral. “Es algo que nunca antes se había demostrado”, afirmó.

Siegel dijo que lo más probable es que la actividad cerebral desordenada fuera un impulsor de la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para formar nuevas formas de pensar y un sello distintivo de cómo la medicina psicodélica puede ayudar a los pacientes a romper patrones de pensamiento destructivos. “Casi te convierte en una persona diferente, por así decirlo”, afirmó.

Según él y otros autores, el estudio refuerza la idea de que la experiencia psicodélica — intensas visualizaciones, las distorsiones del tiempo y el espacio, y el desprendimiento con uno mismo— es una parte esencial del proceso terapéutico. Aunque esta hipótesis pueda parecer evidente, no goza de aceptación universal entre los investigadores psicodélicos, algunos de los cuales trabajan para desarrollar nuevos compuestos que proporcionen los beneficios de las drogas psicodélicas sin los efectos desorientadores.

Siegel pensaba que los resultados también podrían servir para contrarrestar una teoría promovida por algunos investigadores que otorga un papel exagerado al efecto placebo, dado que un porcentaje significativo de participantes en estudios psicodélicos tradicionalmente informan de mejoras en su salud mental a pesar de no haber recibido una droga psicoactiva.

“Poder demostrar un mecanismo neurobiológico que diga, oye, esto está afectando al cerebro, le da más cuerpo al argumento de que esto no es solo un efecto placebo”, dijo. “Demuestra que estos fármacos están creando cambios duraderos en el cerebro”.

Andrew Jacobs es reportero del Times especializado en cómo las políticas sanitarias, la política y los intereses empresariales afectan la vida de los ciudadanos. Más de Andrew Jacobs

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