No imaginamos al mundo sin bombillas, baterías, electricidad y sin sonido o imágenes. Muchas de esas invenciones son producto de la genialidad de un chico que su maestro consideraba un enfermo mental, un retrasado.

Thomas A. Edison fue un genio e inventor americano. Después de un día difícil en la escuela, llevaba curioso una carta a su madre que le había mandado su maestro. Por orden del  educador, él no podía leerla. Su madre decidió leer en voz alta y con los ojos llenos de lágrimas. Nancy leyó el siguiente contenido: 

  “Su hijo es un genio, esta escuela es muy pequeña para él y no tenemos buenos maestros para enseñarlo, por favor enséñele usted”.

 Después de la muerte de Nancy, ya siendo Edison un genio consagrado y exitoso hombre de negocios, encontró entre las pertenencias de su madre una vieja carta. La carta decía 

“Su hijo está mentalmente enfermo y no podemos permitirle que venga más a la escuela.” 

Como terapeuta familiar escucho a padres y madres proferir cualidades negativas acerca de sus hijos. En ocasiones intervengo, le digo que no me interesan algunos detalles, ya que sus hijos están escuchando. Trabajo con procesos más que con contenidos. 

Repetir lo malo que son nuestros hijos o lo que creemos que serán: que son desorganizados, que no servirán para nada, que serán prostitutas, homosexuales, delincuentes, adictos…

Profetizamos y marcamos el futuro de nuestros hijos con nuestras palabras y falta de fe en ellos.

Como la madre de Edison, debemos apreciar las cualidades de nuestros hijos. Descubrir su bondad, su valor y coraje, su inteligencia, empatía, y cualquier virtud que tengan. Creer en ellos, estimularlos a crecer. Amarlos, no maldecirlos, cuidar nuestras palabras. Debemos bendecirlos, creer que serán buenos y útiles. 

Como padres necesitamos aprender a construir la autoestima de nuestros hijos. Ambos padres deben estar físicamente y emocionalmente para sus hijos.  Conectarse con ellos. Evitar que se sientan abandonados. Podemos abandonarlos al dejarlos solos, con la separación de los padres o al viajar; pero es peor cuando viviendo con ellos en la misma casa no los escuchamos, no compartimos y no sabemos que piensan, cómo se sienten. 

Somos a veces padres y madres periféricos, enfocados en el éxito económico, político y social.

Si invertimos en nuestros hijos amor, tiempo y cuidado, tendremos una gran nación en el futuro.

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