La sociedad está cambiando. No sólo se ven los estudios y el trabajo como vías de ascenso social. Los negocios ilícitos, la corrupción política, el sexo, entre otras salidas que permiten vías de superación social y económica. La familia va dando cambios apresurados.
Hay nuevos modelos de familia. Padres estresados y esclavos del trabajo descuidan la atención y crecimiento sano de sus hijos.
La presión social que reciben los jóvenes es inmensa. Sienten la necesidad de tener la ropa de marca, el último modelo de celular, dinero y un buen vehículo. El no poder estar a la par con los demás, puede causar decepción y depresión en adolescentes y adultos jóvenes.
La tecnología con sus avances extraordinarios, con lo desechable de lo material impone sustituir lo que tenemos, que es útil, por el nuevo modelo sólo para encajar. Esa trampa afecta a jóvenes, adultos y mayores. La necesidad de avance social y económico no siempre nos da un crecimiento del alma y del espíritu.
Podemos exhibir riqueza material, pero carecemos de paz y salud mental. Podemos encajar en un grupo, pero tal vez no encajamos en nuestra familia y no estamos conformes con nosotros mismos.
Buscamos el placer y explotamos nuestros sentidos con exageradas experiencias sensoriales: pero estamos sólos y vacíos. El amor nos salva y nos llena.
La cercanía con nuestros hijos y parejas nos rescata de la soledad existencial.
Podemos reencontrar la pasión perdida y crear un espacio emocional seguro para niños y adolescentes, construyendo un remanso para la intimidad y el compromiso con nuestra pareja. Pero exige tiempo, sacrificios y voluntad para cambiar.