Realizando una introspección en la vida de los partidos políticos de la República Dominicana, nos encontramos con los primeros grupos de interés público. En su fundación, estuvieron los trinitarios, quienes propugnaban el liberalismo y la separación absoluta del estado dominicano; luego estaban los conservadores opositores  al liberalismo con idea de anexión.

A medida que avanza la sociedad y con ella la opciones de poder y el interés por gobernar, surge la pluralidad de partidos y nos encontramos en un período donde el interés ideológico forma dos partidos: los azules y los rojo, partidos que tenían antagonismos durante un largo periodo y acción que de una forma u otra, afectaba la estabilidad del país.

Es evidente que, en los tiempos en que los partidos tenían las ideologías como fundamento, las indiferencias casi siempre eran generadas por las discrepancias de ideas. Pero, en este tiempo ya no es lo  ideológico que mueve a los partidos, sino los intereses económicos los que las provocan, siendo los generadores de los conflictos internos por el control del partido.

Los conflictos impiden la unidad a lo interno del partido, puesto que existen intereses personales y grupales dentro de sus integrantes, mucho de estos  utilizan en la praxis, la frase histórica del maquiavelismo de “Divide y Vencerá”, sin tomar en consideración el daño que esto le causa al sistema de partidos del que también forman parte.

En la democracia moderna, los partidos se han trasformado en el engranaje de conflicto político, lo generan, lo reducen y según sea el caso, lo solucionan;  o puede que los conflictos terminen fraccionándolos, es por esto que se debe respetar  la Ley 33-18, que garantiza el funcionamiento democrático y transparente de los partidos políticos.

La generación de estos conflictos afecta directamente la economía, la estabilidad política y social de la población. Se debe tener un sistema de leyes claras que vayan sujetas a una legislación positiva y que sean aplicadas sin importar los intereses particulares, donde la constitución se respete sin importar los intereses políticos del momento.

Por: Víctor De Óleo, abogado y periodista

 

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