Tenemos una idea de lo normal o permitido que es fijado en nuestra mente y costumbres por la cultura. En la conferencia La Pasión y Proyecto de Pareja, dimos pinceladas de la sexualidad de las tribus Emberá, un grupo étnico indígena que viven en Colombia y Panamá. 

Para los integrantes de esas tribus,   existe una creencia que no se puede violar. “La mujer no se puede mover en el acto sexual”. Para ellos su principal deidad sostiene el mundo en sus manos y si la mujer se mueve en el acto sexual, el universo puede sucumbir.

Hay que evitar por todos los medios que la mujer disfrute en el acto, por lo cual, desde niñas le cortan el clítoris, así le cercenan el disfrute futuro de la sexualidad. 

Para muchos el sexo tiene como principal función la reproducción. Tener hijos sería la meta. En algunas parejas, cuando ya han tenido hijos, se pierde el interés por la sexualidad. 

Las parejas con hijos, o que sus hijos ya trabajan o están en la universidad, pueden reenamorarse  y revivir la llama de la pasión.  

Deben ser más afectivos y dedicarles tiempo a la intimidad, no sólo a la penetración,  como único fin.

Debemos  ver el disfrute sexual como un derecho que tienen las parejas. Como seres sexuados tenemos la potencialidad de responder sexualmente hasta el día de la muerte. 

En el ámbito de las creencias morales de cada quien, la pareja se puede convertir en ese espacio sagrado para expresarse amor y manifestar el placer sexual, como un derecho que comparte la pareja.

La actitud que debemos tener es hacia compartir con esa persona que nos acompaña, sin importar que la madurez y los años adornen nuestros rostros. 

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