“Darse permiso para la felicidad es la mejor venganza, luego de padecer con una relación abusiva”.
La felicidad se asume como escurridiza y solo lograda en los cuentos infantiles.
Vista como algo lograble y objetiva no con los estereotipos de las películas o los estándares que la sociedad quiere mostrar: podemos ver la felicidad como ese derecho a tener una familia funcional, con buena jerarquía y comunicación sana y eficaz entre sus miembros.
Si vamos a una relación de pareja aspiraríamos a no ser abusados y a recibir respeto.
Tenemos derecho a una comunicación congruente; sin abuso verbal, ni psicológico, sin crueldad, ni sarcasmos.
La felicidad en las relaciones no tiene que ser ni subjetiva, ni etérea. El respeto se puede medir objetivamente y la equidad también.
El equilibrio entre lo que doy y recibo me hace sentir que en una relación no soy explotado o que me abusan.
Asumimos que hay muchas cosas que dar en una relación como sería afecto, amor, dinero, respeto y la actitud, práctica de reciprocidad y tiempo.
Con los amigos podemos cosechar relaciones justas o injustas; o podemos recibir respeto o desconsideración.
Podemos ser expoliados y parasitados por otros que solo exigen de nosotros; pero no son recíprocos. No están disponibles, no tienen tiempo para nosotros o no pueden ser atentos a nuestras necesidades y deseos. No hay un balance relacional.
Si logramos un balance y equilibrio en nuestras relaciones nos acercamos a la felicidad.
En las relaciones de codependencia que se dan en relaciones de pareja, o con hijos con adicciones o hijos especiales a los que sobreprotegemos, o con parejas de las que dependemos emocionalmente y recibimos abuso: podemos tener niveles de codependencia donde dependemos de la otra persona emocionalmente y le queremos resolver sus problemas; aún siendo injustos con otras personas que nos rodean.
En las relaciones de codependencia se experimenta mucho dolor y sufrimos por la vida del otro. Queremos cubrir sus errores y vivimos excusando sus malas conductas.
Atreverse a ser feliz y darse permiso a la felicidad, implica una decisión de hacer nuestras relaciones más justas, respetuosas y equilibradas.
Requieren cambios en nosotros y permitir que los demás vivan sus vidas y no querer controlar las vidas ajenas.
Ponerse límites y reclamar respeto y equilibrio en las relaciones y procurar el amor basado en la libertad y en ser capaces de iniciar el proceso de la felicidad en amarse a si mismo y en reforzar la propia autoestima.