Las especies de aves no voladoras de Nueva Zelanda que actualmente se encuentran en peligro de extinción están buscando refugio en los mismos lugares adonde migraron seis especies de moas antes de extinguirse, según un estudio de un equipo internacional de investigadores liderado por científicos de la Universidad de Adelaida, Australia.
La investigación, que utilizó fósiles y modelos informáticos, podría aportar importantes beneficios para la conservación de las especies que actualmente luchan por sobrevivir a la presión de los humanos, señala un comunicado de la universidad australiana.
El estudio, publicado en Nature Ecology & Evolution, encontró que los últimos refugios de los moas se encuentran en los mismos entornos aislados, fríos y montañosos que hoy día albergan a muchas de las últimas poblaciones de las aves no voladoras más amenazadas de Nueva Zelanda. Entre estos lugares se encuentran el monte Aspiring, en la isla Sur, y la cordillera Ruahine, en la isla Norte.
“Es probable que las poblaciones de moas desaparecieran primero de los hábitats de tierras bajas de mayor calidad, que los colonizadores polinesios preferían, y que las tasas de disminución de la población disminuyeran con la altitud y la distancia recorrida hacia el interior”, comentó el autor principal del estudio, Sean Tomlinson.
“Al identificar las últimas poblaciones de moas y compararlas con las distribuciones de las aves no voladoras actuales de Nueva Zelanda, descubrimos que estos últimos refugios albergan a muchas de las poblaciones persistentes actuales de takahes, wekas y kiwis moteados. Es más, estos antiguos refugios para los moas se superponen con las últimas poblaciones continentales de los kakapos, una especie en grave peligro de extinción”, destacó.
Aunque las causas de la reciente disminución de las aves no voladoras nativas de Nueva Zelanda son diferentes a las que llevaron a la extinción de los moas en tiempos remotos, el estudio ha mostrado que su dinámica espacial sigue siendo similar.
“El punto clave común entre los refugios pasados y actuales no es que sean hábitats óptimos para las aves no voladoras, sino que siguen siendo los últimos y los menos afectados por la humanidad”, apuntó otro de los autores del estudio, Jamie Wood.
La investigación ha concluido que los restos de especies extintas en el pasado muy lejano pueden brindar información valiosa para los esfuerzos de conservación de las aves no voladoras actuales de Nueva Zelanda, lo que resalta la inmensa importancia de proteger los lugares remotos y salvajes.