Es lamentable que muchas relaciones se conviertan en un foco de estrés permanente, debido a conflictos celos, infidelidades, abuso emocional y físico.

En ciertas parejas hay un enfrentamiento por un rol parental mal jugado. Esto último se refiere a la crianza y a la falta de herramientas adecuadas para criar niños y adolescentes que sean responsables y que vivan en un ambiente de límites.

Cuando hay diferencias en la manera de criar por parte de los padres, problemas de jerarquía, o hay castigos físicos frecuentes o explosiones verbales con discusiones y palabras hirientes: le creamos estrés y dolor a nuestros hijos, le pisoteamos la autoestima y podemos crear las bases para dañar su salud mental futura.

El tsunami que creamos con el estrés en la pareja y la forma errada de corregir a los hijos arrasa la armonía de la relación conyugal. En ocasiones cuando me describen ambientes de ese tipo hay un miembro de la pareja que duda del amor del otro porque no quiere tener relaciones sexuales. Nos preguntamos si es fácil que una mujer o un hombre, en esa atmósfera de tensión y maltrato, puede tener deseo sexual. Algunos pueden conservar el deseo sexual, pero otros ven su deseo ahogarse en el estrés y en el ambiente bélico que hay en el hogar.

El estrés familiar excesivo afecta a los hijos, a la pareja y a cada quien en lo individual. La familia necesita asistencia y Terapia Familiar para salir de los ciclos interminables de dolor y recuperar la felicidad, la armonía y que la pareja logre ser un espacio de paz y placer para los cónyuges, conjurando la soledad existencial que nos agobia y que los hijos disfruten de un espacio emocional seguro, que tengan una sana niñez y adolescencia que les permitan una vida adulta plena, independiente, productiva y responsable.

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