Luego de larga resistencia, Massimiliana Panza y Ángela María Punnacka aceptaron finalmente abandonar el monasterio de Santa Chiara, en la ciudad costera de Ravello, Italia, al recibir una orden firmada nada menos que por el papa Francisco.

Dos monjas fueron despojadas por el Vaticano de sus votos monásticos, luego de resistirse a abandonar un monasterio al sur de Italia para evitar que fuera clausurado tras siete siglos de existencia, informa la agencia AGI.

Massimiliana Panza y Ángela María Punnacka abandonaron finalmente el monasterio de Santa Chiara, en la ciudad costera de Ravello (Salerno), el pasado 3 de febrero, luego de recibir una carta firmada por el papa Francisco en la que se les informó que habían sido ‘liberadas’ de sus “obligaciones derivadas de la sagrada ordenación” por “desobedecer a la Iglesia y a la Orden de las Clarisas Urbanitas de Italia”.

Panza, Punnacka y la hermana María Cristina Fiore, de 97 años, pertenecientes a una de las órdenes franciscanas más antiguas del país, eran las únicas huéspedes del claustro. Después realizar una inspección de esas instalaciones, el Vaticano concluyó en 2021 que la presencia de las tres monjas no justificaba seguir manteniendo el lugar y decretó su cierre. Aunque las religiosas intentaron el año pasado negociar con las autoridades eclesiásticas, se les ordenó el traslado inmediato a tres diferentes monasterios italianos. No obstante, las llamadas ‘monjas rebeldes’ se negaron a mudarse, en protesta y con el fin de evitar o al menos dilatar el asunto.

Finalmente, con la orden del sumo pontífice, sor Massimiliana, de 46 años, regresó a su hogar en Nola (Nápoles), luego de 18 años de estar enclaustrada. Allí hospeda temporalmente a Ángela María, quien es originaria de la India. Entretanto, a la nonagenaria María Cristina, quien ha vivido en el monasterio desde 1955, se le permitió seguir ahí, debido a problemas de salud. Paradójicamente, otras dos monjas fueron asignadas para cuidar de ella. 

El deseo de salvar Santa Chiara, recinto construido en 1297 y que alguna vez albergó cerca de 40 monjas y una guardería de niños, no es solo de Panza y Punnacka. Los habitantes de Ravello expresaron igual voluntad de defender el antiguo convento. “Es un pedazo de la historia de Ravello. Aunque solo quedaban tres monjas, es importante mantenerlo (…) Estamos decepcionados y perplejos por la decisión del Vaticano, especialmente después que echaron a estas dos hermanas solo para mudar allí a otras dos”, aseguró Gino Schiavo, quien forma parte de un comité establecido para salvar el monasterio.

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