La red social sancionó el perfil del presidente venezolano por 30 días, una cuestión que ha sido rechaza por Caracas y que reabre una discusión postergada: ¿hasta dónde llega el poder de las redes sociales sobre la información?

Facebook sancionó el perfil del presidente venezolano, Nicolás Maduro, por difundir información sobre el Carvativir, un fármaco desarrollado por científicos del país suramericano como tratamiento complementario para combatir el covid-19.

La sanción, que ocurrió la semana pasada, fue repudiada inmediatamente por Caracas, que consideró la medida como una expresión de “totalitarismo digital” y violatoria del ordenamiento constitucional venezolano. El veto tendrá una duración de 30 días, pero ha reavivado el debate sobre en qué medida las corporaciones tienen poder para silenciar la información de interés público o, incluso, de carácter gubernamental.

Para el ministro de Comunicación e Información de Venezuela, Freddy Ñáñez, lo que hay detrás de este tipo de acciones es una “guerra” de relatos que pretende mantener el estigma sobre el mandatario y consolidar el poder de las grandes corporaciones, a través de un “supragobierno espacial” que no ha sido electo por nadie.

“Guerra de relatos”

No es la primera vez que las redes sociales aplican sanciones o restricciones a las cuentas del mandatario venezolano, sin embargo, esta última de Facebook tiene la particularidad de haber sido impuesta en el contexto de la pandemia.

Una fuente de la empresa aseguró a la agencia Reuters que el motivo era que una publicación de Maduro difundía supuesta información falsa en torno al covid-19. Para Ñáñez, ese argumento es de doble rasero: “¿Por qué aún está activa la cuenta de Bolsonaro y la publicación de aquel infausto discurso donde tildó al coronavirus de “gripecinha”?”, se pregunta.

En concreto, el veto ocurrió por una noticia referente al Carvativir. El ministro defiende que la información censurada ofrecía detalles sobre un fármaco desarrollado por científicos venezolanos en el contexto de la pandemia, por lo que apunta que el objetivo de esa “censura” es suprimir cualquier hallazgo que permita optimizar la gestión pública ante el virus, que ahora ataca con más fuerza.

“A Facebook le preocupa que en el tema específico de la pandemia sobresalga el liderazgo de Nicolás Maduro por la vía de los hechos, pues sus emisiones diarias a través de esta plataforma le permiten al presidente permear segmentos de la población con los que antes no era posible conectar. Esto los toma por sorpresa, de allí su torpe reacción. Tú censuras lo que temes y lo que está fuera de tu control”.

En estos momentos, el país suramericano atraviesa un repunte en los casos de covid-19, que supera los picos de contagios de la primera ola. El domingo, la vicepresidenta Delcy Rodríguez informó que en las últimas 24 horas se reportaron 1.769 nuevos infectados y 15 fallecidos, lo que representa la cifra más alta desde el brote de la pandemia en la nación. Las cifras han obligado al Ejecutivo a extremar las medidas de confinamiento por tercera semana consecutiva.

Pero más allá de los datos, en esa misma alocución de Rodríguez, el mandatario venezolano criticó que los medios de comunicación en general “demonicen” la pandemia en Venezuela y las medidas adoptadas por su Gobierno para evitar el repunte de casos. Para Maduro, hay una “campaña permanente” contra su país. “No son capaces de reconocer ningún avance, ningún logro, menos ningún éxito en la lucha que hemos tenido contra la pandemia”.

Censura directa y velada

El ministro de Comunicación venezolano alega que la “demonización” contra su país trasciende a las redes sociales, pero tiene otras particularidades. Ñáñez apunta a la restricción de Facebook como una censura de nuevo cuño, que se enmascara en una razón “amable”: la supuesta protección de las audiencias de información falsa.

“Para ellos [las redes sociales] es muy perjudicial, en términos de credibilidad, censurar abiertamente, ellos son parte de ‘Big Brother amable’, para decirlo como Byung-Chul Han”.

Esa “amabilidad” a la que alude Ñáñez, citando al filósofo surcoreano, tiene que ver con la teoría de que el poder y la vigilancia ya no se ejercen bajo la opresión o la represión, sino desde el aparente bien público. Esas técnicas, según el ministro, también se aplican contra la figura del mandatario venezolano.

“Difícilmente exista una personalidad política más estigmatizada por las mediáticas mundiales que la del presidente Nicolás Maduro. Semejante bombardeo diario a la imagen pública de una persona bastaría para aniquilarlo, más cuando se trata de un político. Pero la realidad ‘real’ sigue siendo imposible de suprimir, por eso la guerra de los relatos es una guerra de resistencia“.

Por ahora, la cuenta de Twitter del presidente venezolano supera los 3,8 millones de seguidores, mientras que la de Facebook sobrepasa los 1,2 millones. Ñáñez estima que el tamaño de esa audiencia tiene como consecuencia una comunicación política “de gran impacto”, que empieza a ser un problema para los aparentes censores de la red.

“Esta posibilidad de diálogo directo, sin filtro editorial, preocupa a Facebook. Las redes sociales en general nacieron, entre otras cosas, para despolitizar las relaciones humanas. Este es el asunto de fondo. Silenciar al otro, al diferente, al oponente, sigue siendo la fórmula predilecta, el atajo del totalitarismo incluso en su versión digital, liberal y moderna. Tú censuras lo que temes y lo que está fuera de tu control“.

“¿Quién votó por Zuckerberg?”

“La sociedad moderna está bajo un régimen corporativo de control”, responde el ministro venezolano ante la pregunta de por qué una red social podría ceder a la tentación de censurar a Maduro, si ya su figura está en constante observación negativa por los medios tradicionales.

El asunto de fondo es, ¿qué hacer ante ese poder si el presidente pretende seguir usando esas plataformas? El titular de Comunicación dice que la única respuesta es “librar la batalla en el terreno de la opinión pública”. Lo segundo es hacer valer las leyes nacionales de Venezuela y, en tercera instancia, “pensar en un nuevo marco jurídico que, como ha hecho ya Alemania, Australia, Francia, Rusia, por citar algunos, haga respetar las libertades constitucionales de los ciudadanos y la soberanía de los países, sin lo cual no habría ni ciudadanos ni derechos constitucionales”.

“Cuando censuras a un mandatario —dice Ñáñez— estás también acallando a un pueblo que votó por él, estás desconociendo unas instituciones y al contrato social que las hace posibles. ¿Quién votó por el presidente de Facebook? Es un tema de legitimidad y un gran desafío para las democracias del siglo XXI. Por eso creo que los Estados comienzan a responder a este supragobierno espacial que incurre en otras irregularidades asociadas al robo de datos personales, a la injerencia en asuntos internos y a las adicciones que causan sus productos en la salud pública de la humanidad”.

Según el más reciente informe de We are social, Venezuela cuenta con 14 millones de usuarios de redes sociales, lo que representa un crecimiento de 17 % con respecto al año pasado. Facebook es la plataforma más utilizada en el país suramericano con más de 2,7 millones de perfiles activos, por encima de Youtube (2,2 millones) y WhatsApp (2 millones).

Con esos datos, podría inferirse que el impacto de la restricción al perfil del mandatario no es menor. Sin embargo, cabe preguntarse cómo es posible aminorar la influencia de esa red si el mismo Gobierno depende de ella. Ante el cuestionamiento, Ñáñez replica que la opción paralela a la batalla de la opinión pública es la apuesta “por la comunidad, el principio de la realidad que nos permite lidiar con la vida, las contradicciones, la diferencia”.

“El presidente Nicolás Maduro —continúa el ministro— termina casi todos sus discursos con una frase poderosa que explica por qué, a pesar de las operaciones psicológicas en contra, la Revolución Bolivariana sigue siendo la alternativa y la esperanza para el pueblo venezolano: ‘Nosotros somos de verdad’. En el mundo de las libertades virtuales, las sociedades experimentan una crisis de la verdad, y tarde o temprano tendrán que volver a restituirlas: volver a la política, a la aventura del amor, al reconocimiento a las alteridades; porque en definitiva, las libertades únicamente se realizan con los otros”.

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