Las teorías de economía clásica se destacan por sus interesantes supuestos que describen situaciones y proyecciones en escenarios poco probables, por no decir imposibles. En el artículo de esta semana, nos centraremos en una teoría que busca explicar el comportamiento del consumidor a lo largo de su vida, considerando cómo varían sus ingresos con el tiempo.

Comprender la conducta del consumidor y su relación con los ingresos ha sido un tema de discusión en el campo económico durante más de medio siglo (Bonilla, 2018). Varias teorías han intentado explicar el consumo de las personas —o de los hogares, como prefieren decir los economistas—, comenzando con la teoría del consumo de Keynes, la teoría del ciclo de vida de Modigliani, la hipótesis del ingreso permanente de Friedman y la hipótesis del paseo aleatorio de Romer (García, 2020).

La teoría más conocida es la de Keynes, propuesta en 1936 en su “Teoría General”. Esta establecía los ingresos como el principal factor que determinaba el comportamiento de consumo. Sin embargo, este planteamiento recibió críticas, ya que se consideraba coherente en proyecciones a corto plazo, pero no aplicable a modelos a largo plazo (Bonilla, 2018).

Debido a estas inconsistencias, los economistas continuaron explorando diferentes supuestos y diseñando modelos para explicar mejor el consumo de los hogares a lo largo de su vida. Así surgió la hipótesis del ingreso permanente de Milton Friedman en 1957 (Berumen, 2008). Esta teoría se considera la base teórica más influyente en la economía para explicar el comportamiento del consumidor (García, 2020). Sostiene que las personas tienden a mantener un consumo homogéneo a lo largo de los años, considerando tanto los ingresos actuales como los futuros (Berumen, 2008).

En términos sencillos, la teoría del ingreso permanente explica que gastamos según nuestras expectativas de ingresos futuros. Si anticipamos una temporada de bajos ingresos, gastaremos menos y ahorraremos más para compensar. Por el contrario, si esperamos ingresos altos, como un bono, consumiremos más ahora debido a la expectativa de ingresos adicionales.

Este supuesto plantea que, a través del ahorro, podemos transferir dinero de un período de altos ingresos a otro de ingresos más bajos (Bonilla, 2018). Por esta razón, ahorramos para nuestra jubilación cuando anticipamos una pensión escasa, trasladando nuestro consumo del presente al futuro. De manera similar, los jóvenes piden dinero prestado cuando esperan mayores ingresos en el futuro, trasladando el dinero del futuro al presente (Berumen, 2008).

No es necesario haber leído mucho sobre economía conductual para saber que es prácticamente imposible que una persona, o un hogar, conozca con exactitud sus ingresos futuros y cuánto puede consumir hoy según lo que ingresará mañana. Aunque esto puede ser aplicable a corto plazo, los consumidores no pueden proyectar ni predecir sus ingresos a lo largo de su vida.

Incluso si pudiéramos conocer cómo varían nuestros ingresos, sería extremadamente complejo calcular cuánto corresponde por período, considerando el descuento en el tiempo, las indexaciones inflacionarias y otros tratamientos económicos necesarios para obtener una cifra precisa.

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Por El Dinero