La provincia argentina de Corriente está asolada desde hace dos meses por el fuego, que ya destruyó el 10 % de su territorio.

La catástrofe ambiental que padece Argentina debido a los incendios forestales en la provincia de Corrientes continúa sin que sea posible todavía cuantificar las millonarias pérdidas y en un clima de extrema polarización en el que los políticos oficialistas y de oposición se intercambian acusaciones, mientras se acrecientan las campañas de solidaridad.

El caso más relevante lo protagonizó Santiago Maratea, un ‘influencer’ de redes sociales que el fin de semana promovió una colecta que hasta ahora acumula una cifra récord que supera los 170 millones de pesos (alrededor de 1,6 millones de dólares, según la cotización oficial).

Junto con él, otros personajes y organizaciones de la sociedad civil han intensificado las movilizaciones para reunir fondos o equipamiento y enviarlos a Corrientes, la provincia del noreste argentino que desde hace dos meses es asolada por el fuego que se intensificó en las últimas semanas y que ya destruyó el 10 % de su territorio.

Apoyos

Más allá de los pleitos políticos, en los hechos concretos el Gobierno nacional explicó que está destinando 200 millones de pesos diarios (1,8 millones de dólares) a los operativos en Corrientes, además de que ya envió a la provincia una partida extraordinaria y no reembolsable de 100 millones de pesos (unos 900.000 dólares).

Por otra parte, varias provincias de Argentina mandaron equipos y personal para auxiliar en la mitigación del fuego y Bolivia y Brasil enviaron brigadistas, pero se espera mayor apoyo internacional ya que el gobernador incluso solicitó auxilio al embajador de EE.UU. en Argentina, Mark Stanley.

Con respecto a las pérdidas, que serán multimillonarias, todavía no se han podido cuantificar porque los daños siguen creciendo. Las incipientes lluvias mitigaron algunos focos de incendios, pero el fuego todavía sigue esparciéndose.

La responsabilidad de la emergencia tampoco está definida del todo, puesto que se debe en parte a la sequía histórica que padece la región y que, a su vez, es producto del cambio climático, pero también se ha denunciado que por lo menos la mitad de los focos fueron incendios intencionales.

El resultado son más de 750.000 hectáreas quemadas, pérdidas de la producción agroforestal, el sector turístico y el comercio. Las imágenes de los bosques, pastizales, sembradíos, animales y casas arrasadas son desoladoras, situación que se agrava porque Corrientes es una de las provincias más pobres del país.

La degradación de la naturaleza es incuantificable, ya que abarca flora y fauna en peligro de extinción, alteración de ecosistemas y riesgos para los Esteros de Iberá, el segundo humedal más importante del mundo, y que también ya fue alcanzado por las llamas.

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