Un grupo de expertos abrió este miércoles en la provincia española de Salamanca el sepulcro con los restos de Santa Teresa de Jesús. Tras abrir el sarcófago, se certificó que el cuerpo de la santa continúa incorrupto, es decir, que sus tejidos corporales no se han descompuesto a pesar de haber muerto hace más de 400 años, en 1582.
A continuación, se presenta la lista de los cinco santos ortodoxos más venerados en la religión católica.
Sergio de Rádonezh
Venerado por los cristianos ortodoxos, los viejos creyentes y los católicos, el fundador de la Laura de la Trinidad y San Sergio, vivió en el siglo XIV. Bartolomé -así era su nombre bautismal- era muy devoto desde la infancia. De adulto, fue junto con su hermano mayor, Esteban, en busca de un lugar donde pudieran dedicar su tiempo a la oración en soledad.
Al elegir ese lugar, fundaron la iglesia en nombre de la Santísima Trinidad, y Bartolomé tomó los votos monásticos con el nombre de Sergio. Durante su vida, realizó numerosos milagros y curó a los enfermos. Además, bendijo al príncipe de Moscú Dmitri Donskoi para la batalla contra el general mongol Mamai en 1380. Desde 1969, el nombre del santo está incluido en el Martirologio católico.
Serafín de Sarov
Desde su infancia, los milagros acompañaron a Serafín. Una vez, cuando estaba enfermo, la Madre de Dios se le apareció y le anunció que se curaría pronto, y así sucedió. Durante una procesión con el icono de Nuestra Señora del Signo, su madre lo sacó a la calle y se curó. A menudo Serafín leía a sus compañeros sobre la vida de los santos, pero, sobre todo, le encantaba pasar tiempo en oración.
Después realizar los votos monásticos en el monasterio de la ciudad rusa de Sarov, Serafín vivió mucho tiempo en soledad. En aquel período, animales salvajes acudían a él y los alimentaba con pan de sus manos. El santo trabajaba en el convento de Diveevo, que se considera la cuarta herencia terrenal de la Madre de Dios. Serafín de Sarov fue canonizado en 1903.
Eufrosina de Pólotsk
La nieta del gran príncipe ruso Vladímir II Monómaco, Predislava Sviatoslavna, abandonó la vida mundana a la edad de 12 años. Su padre quería casarla, pero ella se convirtió en secreto en monja en el monasterio de la ciudad de Pólotsk, recibiendo el nombre de Eufrosina.
Un día, un ángel se le apareció en sueños y la llevó a la orilla del río Polotá, donde construyó el Monasterio Spasski -hoy denominado Monasterio Spaso-Efrosínievski- y se convirtió en su abadesa. En 1167, Eufrosina de Pólotsk realizó una peregrinación a Jerusalén y murió allí.
Princesa Olga
La primera gobernante de la Rus que se convirtió al cristianismo es venerada por los cristianos de todo el mundo. Tras la muerte de su marido, el príncipe Ígor Rúrikovich de Kiev, siguió siendo regente bajo el mando de su hijo Sviatoslav y gobernó el estado durante 15 años. Según la primera crónica rusa (‘Historia de los años pasados’), en 955 o 957 fue bautizada en la ciudad de Constantinopla (hoy Estambul) y recibió el nombre de Elena. En 1547, la princesa Olga fue canonizada con el título de Igual a los Apóstoles.
Gran Príncipe Ígor Ólgovich de Kiev
Ígor, hijo del príncipe Oleg Sviatoslávich de Chernígov, ascendió al trono de Kiev en 1146. Sin embargo, al cabo de unas semanas sus tropas se pasaron al bando del príncipe de Pereslavl, Iziaslav Mstislávich, e Ígor Ólgovich fue encarcelado. Enfermo, decidió hacer los votos monásticos en el monasterio de Teodoro de Kiev, pero poco después el monje-príncipe fue asesinado por una multitud que irrumpió en la iglesia donde estaba rezando y lo masacró brutalmente. Los cristianos ortodoxos veneran al príncipe Ígor Ólgovich como un santo y un beato. También está presente en el martirologio católico como san Ígor II, príncipe de Moscú.