Es famosa la frase “no es como se comienza sino como se termina” y estoy convencido de que hoy el Presidente Medina está siendo juzgado no por sus 8 años de gobierno sino el momento difícil que está pasando y que comenzó con aquella intención errada de querer buscar un tercer mandato consecutivo.

Cuando en aquel histórico discurso Danilo Medina aseguraba haber recuperado nuestro oro, después de que su antecesor lo había entregado a manos extranjeras en detrimento de la nación, las masas lo aplaudieron, lo endiosaron. Pero su gloria había comenzado antes, comenzó con el anuncio de que otorgaría el aclamado 4% a la educación por el que veníamos luchando vivamente.

Este hombre comenzó a diferenciarse por su cercanía a la gente, el respeto que mostraba en su estricta puntualidad, sus extensas horas de trabajo sin descanso. Se veía en él un político entregado en cuerpo y alma al pueblo que lo eligió.

Además había logrado cambios significativos que fueron altamente valorados. La tanda extendida, las guarderías infantiles, el sistema 911, miles de ayudas directas a campesinos en en todo el territorio nacional.

Pero mientras todo esto pasaba, mientras la gente estaba enamorada, mientras hubo silencio al modificar la constitución con la única y exclusiva razón de poder reelegir al presidente, una gran entramada de corrupción le comía las entrañas a un país ilusionado y que pensaba tener en Medina un hombre diferente.

Se comenzó a marchar, las denuncias eran cada vez más graves, los atropellos más fuertes, el desencanto mayor. Aún así, con una oposición débil, el presidente Danilo se mantenía marcando sobre el 50%, entonces decidió enfrentar la lógica y se embarcó en un proyecto con el que buscaba un tercer periodo.

Nunca lo admitió públicamente, pero fue evidente su intención. Presión interna, enfrentamiento directo del propio presidente de su partido y sobre todo la no aceptación de los Estados Unidos se lo impidieron.

Según las propias declaraciones de la Vicepresidenta Margarita Cedeño, el presidente Medina quiso buscar un consenso y llevarla a ella como candidata, pero no se logró, aparentemente por el desacuerdo de su propio esposo que mantenía la intención de volver a ser presidente. Entonces hubo que improvisar un candidato y todo el Estado fue puesto al servicio de este, había que derrotar al principal adversario interno, 3 veces presidente y aún líder de una porción importante. Aquel oscuro octubre sería determinante.

Leonel derrotado, enfurecido, humillado, decidió recorrer su propio camino. Haciendo una dura oposición a lo que había sido su partido durante mucho tiempo. Al partido que lo llevó a la Presidencia por 12 años.

Nicolás Maquiavelo planteaba que “La naturaleza de los pueblos es muy poco constante: resulta fácil convencerles de una cosa, pero es difícil mantenerlos convencidos”. 

Entonces ya toda la magia de Danilo había desaparecido. Las cosas iban cada vez peor. Todo salía mal. Ya no era visto como aquel hombre entregado a su pueblo. La corrupción comenzó a ser su sello en la percepción de la gente. Imponer un candidato para perpetuarse en el poder. Sacar provecho a una crisis sanitaria a favor de sus aspiraciones. El altar ha caído.

No me cabe duda que solo con el paso de los años el gobierno de Danilo Medina será valorado en su justa dimensión. Hoy no somos capaces de hacerlo, porque la rabia, el coraje y la pasión no nos dejan ver más allá de eso. Pero llegará un momento donde considerar este mandato como uno de los mejores en los últimos 40 años, ya no nos parecerá una idea tan descabellada.

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