Un error que cometemos cuando estamos sufriendo es creer que nuestra pena es la peor o nuestra tragedia la mayor. 

Una separación amorosa se convierte a veces en un callejón sin salida para muchos hombres. Terminan algunos en el feminicidio y pueden suicidarse. 

Encerrarse en el propio problema y alimentar el sufrimiento con dolor, penas, drogas, alcohol, canciones de amargues o rumiar nuestra mala suerte: son explosivos que anuncian depresión, violencia y a veces pérdidas de vida.

Ante las pérdidas, tragedias y situaciones que no podemos controlar hay otras opciones diferentes al  sufrimiento sin sentido. 

Viktor Frankl fue prisionero en los campos de concentración de los Nazis en la segunda guerra mundial. Vivió el exterminio de su pueblo y experimentó la muerte de su esposa, hermano y sus dos padres por ser judíos. Sobrevivió por su actitud. Por sus ganas de vivir. 

Lo salvó el amor. Su fantasía de encontrar nueva vez a su amada, recordar el amor vivido o el posible encuentro en una vida futura. Idealizaciones que le dieron esperanzas y un sentido a su sufrimiento. Un motivo y razón para vivir.

Podemos elegir la actitud ante las desgracias y los eventos de la vida que no podemos cambiar. Podemos elegir vivir. Podemos trascender nuestro dolor y sufrimiento y ver sentido y propósito en nuestras vidas. El mundo actual ha quitado sentido y valor a la vida. 

Cuando encontramos un propósito y un significado podemos encontrar un sentido a la vida. El amor a los demás, superar nuestro egoísmo y nuestra capacidad de ayudar a otros: pueden cambiar nuestra perspectiva de vida, y generar esa energía vital que nos impulsa a vivir, a amar y a hacer todo lo que hacemos con pasión. Y hacerlo todo, como dice Pablo, como para el señor.

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