Según manifiesta este catedrático, la discriminación en el país suramericano tiene sus orígenes en la época colonial.

Tras casi dos meses de profundización de la crisis que vive Perú, producto de la destitución del expresidente Pedro Castillo, varios sectores tradicionalmente invisibilizados del sur del país han llegado hasta Lima para protestar y exigir la destitución de la mandataria Dina Boluarte, la disolución del Congreso y el llamado a una Asamblea Constituyente.

Los manifestantes, que provienen de distintos sectores populares e indígenas del país, han sido atacados con muestras de racismo y discriminación por las capas más conservadoras del país, que desconocen el germen de las exigencias de orden político y social. La estrategia para intentar deslegitimar sus demandas no es nueva: relacionar a los descontentos con el terrorismo y factores externos desestabilizadores.

Frente a esa realidad, el programa ¡Ahí les va! de RT entrevistó al excanciller y catedrático peruano Héctor Béjar para conocer cuál es el origen del racismo que se manifiesta en las clases privilegiadas en contra de los sectores conformados por campesinos e indígenas.

Colonia y república

Para Béjar hay un “racismo aceptado” y “visible“, que forma parte de la vida nacional y que está en las entrañas de la organización social peruana. “Ese es mucho más difícil de combatir y creo que va a pasar un tiempo bastante largo antes de que sea superado en Perú”, aseveró.

Recordó que desde su origen, la discriminación estuvo relacionada con las diferencias de clase. “Hay que tener en cuenta que hemos vivido 300 años de régimen colonial y 200 años de republicano”.

Como ejemplo de esa segregación, se refirió a la separación que se instauró en la organización social colonial. De un lado quienes tenían “sangre española” y del otro “los que tenían sangre indígena”.

Manifestantes indígenas durante una marcha contra la presidenta peruana Dina Boluarte en Lima, Perú, el 25 de enero de 2023Martin Mejia / AP

“Por ejemplo, para ser médico, abogado, funcionario del Estado colonial se tenía que demostrar pureza de sangre, a través de los antepasados”, expone.

Posteriormente, esas clasificaciones quedaron “fuertemente clavadas en el corazón de la república” y no se permitió que los indígenas tuvieran cargos en las instituciones nacientes. 

“Esa gente, que había hecho revoluciones, que se había sublevado y que tenía pleno derecho a participar en la nueva república, no fue aceptada ni llamada” para formar parte del Estado.

El racismo actual

“El racismo es esencial en la crisis que atraviesa Perú y se ha puesto de manifiesto en la actuación de la clase política, las fuerzas de seguridad y los medios de comunicación”, afirma el intelectual.

Explica que, para entenderlo en su esencia, debe concebirse como el desconocimiento del otro, del que se crea una imagen distorsionada “que no corresponde a la verdad”.

“Los racistas peruanos que han pasado por universidades extranjeras, tienen puestos públicos, son jefes del Ejército o de la Marina, todavía conservan una imagen del pasado, del indio sucio, analfabeta y pobre, cubierto de andrajos, consecuencia de la explotación de los terratenientes”, asevera.

Mujeres indígenas participan en una protesta antigubernamental en Lima, Perú, el 26 de enero de 2023Guadalupe Pardo / AP

El escritor se refiere a la realidad actual de las comunidades indígenas que se rigen bajo principios de organización comunitaria y que han dispuesto de los medios necesarios para movilizarse a la capital peruana y participar en las protestas.

Los sectores políticos de la derecha y la prensa les han acuñado todo tipo de calificativos que van desde “terroristas”, vándalos financiados por Bolivia o por el narcotráfico, entre otros, con el objetivo de deslegitimar sus peticiones, que también son de índole política.

El sociólogo asevera que en esa realidad distorsionada que manejan, producto de su racismo, desconocen que en todos estos años algunos miembros de las comunidades indígenas han logrado acceder a la educación universitaria y han conformado también “una clase media que no es aceptada como tal”, puesto que siguen siendo vistos como una ‘raza inferior semisalvaje‘.

Bajo su punto de vista, esta realidad explica que las demandas de los manifestantes, además de los tradicionales reclamos locales, tengan una “agenda claramente política”.

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Para el catedrático, aún existe una mezcla entre “profundo racismo” y clasismo, como ocurrió en la Colonia, que viene del ‘establishment’, compuesto por altos fiscales, jueces supremos, jueces constitucionales, altos funcionarios del Estado, jefes del Ejército y la Marina.

Según sostiene, de estos grupos hay pequeños sectores reaccionarios que se inclinan por la vía de la violencia y “usan abusivamente al Ejército y a la Policía” para reprimir a los manifestantes.

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