Entre truenos y lluvias, o en un día soleado y hermoso: nos visitan, vestidas de gala, las desgracias. Los eventos se meten sin avisar o avisando a nuestras vidas. Nos van formando. Van creando la silueta de nuestro carácter y le van dando forma a las actitudes que tendremos para enfrentar la vida.
Job era el más grande de todos los orientales. Lleno de riquezas con siete hijos, tres hijas y gran cantidad de siervos. Vio perder sus bienes materiales. También el dantesco drama de ver morir a diez hijos. Muy pocos seres humanos logran tener tantas pérdidas juntas.
La historia bíblica señala que también perdió la salud con una terrible dermatosis, una enfermedad de la piel agonizante que se le introducían gusanos, probablemente larvas de insectos.
Job mantuvo su fe e integridad en Dios, pero se acongojó. Sus pérdidas le causaron dolor y caída de su estado de ánimo.
He conocido padres que han perdido a dos hijos a la vez o en un lapso de meses. Estos duelos son terribles. Otros han perdido sus posesiones materiales y el honor. Rara vez se pierden tantas cosas como en el caso de Job.
Otros tienen como su pérdida una relación amorosa. Dios sabe que la mayoría de los humanos nos podemos derribar con una sola pérdida. Perder un empleo, una novia o esposa, perder una cosecha o un bien material.
La historia de Job queda como recordatorio de que nuestras pérdidas no son tan grandes, como las de aquel hombre, que en su dolor no desfalleció su fe y cercanía con su Dios.
Podemos aprender a tener ganas para vivir a pesar de las desgracias y las pérdidas. Nuestra humanidad es frágil, pero podemos educar nuestro carácter para ver que hacia adelante hay vida; a pesar de perder un hijo, o la muerte de la pareja. Podemos seguir aportando y ayudando, como aquel psiquiatra de origen judío, Victor Frankl, quien vio perder a su familia y esposa en los campos de concentración Nazi.
Su vida se salvó milagrosamente al finalizar la guerra. Su cuerpo enjuto y la piel sobre los huesos. Con la pérdida de amigos y otros judíos. Al salir y recuperar la salud siguió trabajando como médico. Restauró su vida, escribió libros, conferencias y continuó estudiando y aprendiendo nuevos oficios.
Vale la pena vivir a pesar del dolor y las desgracias.