Después de aceptar nuestra pérdida podemos construir nuestra felicidad y veremos pasar al rancio amor a través de un sucio cristal, que ya no permite distinguir su rostro.  

Encumbrarse en la aceptación, perdonar a quien nos ofendió y tomar la mejor venganza: el permiso a la felicidad.

Nos permitiremos vivir. Tomaremos la felicidad en nuestras manos y construiremos un proyecto sin dolor: lo haremos solos o acompañados.

Ya no será la felicidad un sueño. Sino, algo concreto para construir, después de la aceptación de que ese viejo amor se ha marchado.

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