El estrés es una condición que presentamos ante el peligro con las clásicas respuestas de huir o pelear. Presentamos respuestas físicas como aumento de la frecuencia cardíaca, de la tensión arterial y contracciones musculares. Hay un aumento de los niveles de adrenalina y de cortisol en nuestra sangre por situaciones estresantes.

Cuando las actividades diarias, las relaciones conflictivas de pareja, la sobrecarga laboral y social son constantes, el organismo se va acostumbrando a mantener una tensión permanente que afecta la salud física. En algunos casos podemos ver hipertensión arterial, cefaleas, enfermedades gástricas, de la piel, entre otras. 

El estrés provoca cambios en el sueño, siendo muy frecuente sufrir de insomnio, y luego la falta de sueño y descanso agrava más el estrés. Las personas que manejan mucho estrés pueden ir perdiendo la tolerancia a situaciones que anteriormente manejaban bien. Son frecuentes los olvidos, en lo que se refiere a la memoria de corto plazo y es común mostrar irritabilidad, y la pérdida del control puede favorecer que se pierda la capacidad de realizar algunas tareas complejas o en casos graves, otras más simples.

En las mujeres maltratadas físicamente con frecuencia, se pueden desarrollar síntomas de estrés post traumático y fallas en la memoria a corto plazo. Hay un nuevo ataque impredecible y reminiscencia de ataques anteriores.

Los miedos y temores sirven de caldo de cultivo a la ansiedad y al estrés. Las preocupaciones son frecuentes en quienes sufren de ansiedad o padecen de ataques de pánico. Cuando hay mucho estrés se pueden agravar las fobias y los ataques de ansiedad.

Desde la terapia familiar, vemos el estrés como un proceso biológico que ha sido desencadenado por situaciones del contexto. Los problemas familiares, la crianza, conflictos de pareja, problemas laborales o condiciones personales: pueden contribuir a que el estrés tome control de alguien.

Hay que intervenir la sobrecarga de situaciones que sobrepasan la capacidad de soporte de la persona. También se debe intervenir en lo cognitivo, las interpretaciones que visualizan como peligros y amenazas a situaciones que no lo son; pero que si deben ser resueltas.

Le debemos quitar a esas situaciones el significado de catastrófico que le hemos asignado.

El enfoque del manejo del estrés debe ser sistémico e integral, por eso algunas tareas lineales fracasan en provocar la mejoría. Los conflictos familiares, de pareja, crianza y la relación con la familia de origen generan mucho estrés. Por lo que hay que ayudar al paciente y mejorar sus estilos de relación y revisar sus pautas de lealtad que le pueden sobrecargar en exceso.

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