Los ‘impasses’ en Argentina y en Ecuador reabren un capítulo de una historia conocida en la región sobre “tensiones y conspiraciones”.

Eran los inicios de 2018. Antes de que el entonces presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski, enfrentase un segundo proceso de destitución, escribía sobre su vicepresidente Martín Vizcarra: “Poco leal-traidor, títere de Fuerza Popular”. En ese momento ya sabía que el exgobernador no renunciaría si había una vacancia.

Al final, el que dimitió fue Kuczynski, agobiado tras casi dos años en los cuales la mayoría en el Congreso de la República del partido fujimorista Fuerza Popular y, una serie de polémicas que incluyen acusaciones de presunta corrupción, lo forzaron a dejar el cargo. Sus manuscritos, propalados en 2020 por la prensa local, reflejan un fenómeno transfronterizo.

Líderes que deberían tener un vicepresidente como mano derecha, pero terminan escogiendo a un ‘outsider’ de su entorno para sacar réditos electorales. Figuras sin agrupaciones políticas que los respalden y, entre otras cosas, sistemas institucionales que en algunos casos promueven la deslealtad.

“En la cúpula del poder siempre hay tensiones y conspiraciones”, afirma la politóloga argentina Florencia Misino. Y lo hace pensando en América Latina, pero también en su país, donde actualmente el mandatario Javier Milei y su vice, Victoria Villarruel, han llevado sus diferencias al terreno mediático.

La agenda propia

Desde la recuperación de la democracia, en 1983, en la Argentina se han producido “muchos casos”, expone Misino. “En su primera Presidencia, Carlos Menem mandó a la provincia de Buenos Aires a su segundo, Eduardo Duhalde, que se presentó para gobernador”, rememora.

“Gobernó casi sin vicepresidente la mayor parte del tiempo”, añade sobre Menem, quien estuvo 10 años (1989-1999) al frente del país suramericano. Más recientemente, menciona lo que se vivió en la Casa Rosa entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. “Una relación bastante tormentosa durante un Gobierno”, valora.

Un contexto atajado en la gestión actual, en la cual el jefe de Estado acumula todos los reflectores, con su visión libertaria y anarcocapitalista, enfocado en la “batalla cultural” contra la izquierda. Y abajo una vice más orientada al conservadurismo y su devoción por los militares que actuaron bajo la dictadura.

“Desde el inicio de la gestión hay rumores de que ella quiere reemplazar al presidente y que tiene un proyecto político propio”, cuenta Misino. “A diferencia de otros vicepresidentes, es una persona que tiene ansias de poder personal“, opina.

La especialista señala que un escalamiento de esta tensión depende de varios factores que se pueden extrapolar a otros países de la región, como la situación económica o la actuación de la oposición, cuando “está muy fragmentada y desorientada”.

“Hay cosas que ocurren que son impredecibles. Es un Gobierno bastante agresivo en su discurso y que, en principio, disciplina al resto de los actores institucionales”, manifiesta.

No obstante, el lunes Milei defendió, en una entrevista con La Nación +, el derecho de Villarruel a tener “su propia opinión” y mantener sus principios. “No elegí decorado, la elegí a plena conciencia, Victoria tiene su propia agenda, porque tiene que ver con su historia”, reconoció.

“El escenario político puede cambiar en un chasquido de dedos o puede seguir tal cual está. Puede ser que termine encapsulándola en su rol de vicepresidenta y en otra elección se verá qué hagan”, insiste Misino.

Relación fenecida

Un hecho que ya ocurrió, pero en el Ecuador. Daniel Noboa, gobernante desde noviembre de 2023, mandó al mes siguiente a la vicepresidenta Verónica Abad a Israel, donde ejerce también como embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de la nación meridional en Tel Aviv.

Este miércoles la canciller ecuatoriana, Gabriela Sommerfeld, se reunió en Israel con altas autoridades del país hebreo, pero hasta el momento ni su despacho ni algún medio ha reportado que se haya encontrado con Abad; quien ha estado desligada de la toma de decisiones del Ejecutivo.

Un tejemaneje que trepó hasta lo judicial. Hace poco el Tribunal Contencioso Electoral (TCE) ecuatoriano admitió a trámite la demanda de Abad contra Noboa por presunta violencia política de género. Y el martes aceptó otra denuncia planteada contra la vicepresidenta.

Es tal la desconfianza que Noboa busca caminos legales para no cederle de manera temporal el control del país a Abad, una vez se presente como candidato a la reelección con miras a los comicios de febrero próximo, a pesar de que es una condición ‘sine qua non’ para postular, de acuerdo al Consejo Nacional Electoral (CNE).

“Bajo el panorama en que nos encontramos, sería realmente arriesgado entregar el poder a una persona que pretende destituir al primer mandatario y que pacta con la vieja política”, aseveró la asesora de la Presidencia, Diana Jácome, al programa dominical ‘Políticamente Correcto’.

Una “situación complicada para el Ecuador”, como lo cataloga la exasambleísta ecuatoriana, Gabriela Larreátegui, en diálogo con RT. “No se ha transparentado el origen de tan profundo distanciamiento, solo rumores que causan mayores dudas e incertidumbres“, anota.

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