Según Roubini, el sistema actual basado en la divisa estadounidense hace que las economías emergentes sean dependientes de la política monetaria y las dificultades económicas de Washington.
“Dada la mayor armamentización del dólar para fines de seguridad nacional y la creciente rivalidad geopolítica entre Occidente y potencias revisionistas como China, Rusia, Irán y Corea del Norte, algunos [expertos] sostienen que la desdolarización se acelerará”, dice Roubini. Además, subraya que el desarrollo de las monedas digitales también socava la hegemonía del dólar.
No obstante, Roubini toma en cuenta argumentos de opositores a esta corriente, destacando que, a pesar del proceso actual de desdolarización, el porcentaje del dólar en el comercio internacional no descendió mucho. Asimismo, señala que no existe una alternativa que pudiera reemplazar al dólar completamente en el estatus de moneda de reserva. Además, sostiene que quienes desdeñan la desdolarización argumentan que los intentos de crear un sistema monetario multipolar, por ejemplo, basado en la cesta de monedas del FMI, ya ha fracasado en reemplazar al dólar.
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Tras analizar todos los argumentos, el economista ha llegado a la conclusión de que el nuevo sistema monetario global no será multipolar, sino bipolar, dividido en dos áreas de influencia basadas en el dólar y el yuan chino. Según Roubini, el sistema actual basado en el dólar hace que las economías emergentes sean dependientes de la política monetaria y las dificultades económicas de Washington. Por ello, prefieren usar la moneda china como alternativa a la estadounidense, como ya tratan de hacer los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG).
Asimismo, China dispone de instrumentos financieros alternativos a los occidentales, como sus propios sistemas de pago internacional, lo que acelerará el surgimiento del sistema monetario bipolar, destaca Roubini. “Por todas estas causas, es probable que el declive relativo del dólar de EE.UU. como moneda de reserva principal ocurra durante la próxima década”, concluye, añadiendo que la competencia creciente entre Washington y Pekín también llevará inevitablemente a un régimen de monedas de reserva bipolar.