Escucho historias de abandono con frecuencia. Padres y madres que viven en el país entregan sus hijos a otros familiares y no piensan el daño y el dolor emocional que esto causa en sus hijos. Padres que se separan de sus compañeras pueden también abandonar a sus hijos al tener otra familia. Sin importar la causa del abandono, los niños no comprenden por qué una madre les deja o por qué un padre se ausenta.

La muerte de uno de los padres es menos dolorosa, ya el niño o niña sabe por qué su progenitor no está. Lo que no entiende un niño es saber que su papá o mamá vive y lo ha abandonado, o no lo busca, o viviendo en la misma ciudad no está presente en la vida de su hijo.

Muchos padres justifican su ausencia y abandono. Para los hijos ninguna excusa es válida, su dolor es inmenso, nada lo llena, le causa traumas psicológicos diversos, se crían con miedo al abandono y pueden llevar sus inseguridades a sus relaciones de pareja y relaciones con otras personas.

El apoyo emocional de una madre o de un padre es fundamental para la salud mental de los niños, niñas y adolescentes. Deben saber que estamos con ellos, que pueden contar con nosotros. Deben estar seguros de que les amamos y que somos parte de ese mundo seguro que necesitan tener en la medida que crecen y maduran.

Debemos no sólo vivir en el mismo techo con nuestros hijos, debemos vivir en sus corazones. No debemos ser padres periféricos que estando en la misma casa, estamos ausentes de la vida emocional de nuestros hijos.

Cuando entendemos lo importante que es para nuestros hijos la presencia de un padre o una madre que se preocupa por las necesidades físicas y emocionales de los hijos: podemos cambiar la historia futura de nuestros hijos. Podrán dar amor y comprensión como recibieron y vivirán sin miedo, sin miedo al abandono.

 

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