Muchos padres pierden la paciencia al disciplinar. Las emociones descontroladas como la ira y el enojo pueden provocar insultos que hieren a niños y adolescentes, así como ataques frenéticos de golpes que pueden poner en peligro la vida de nuestros hijos.
La paciencia nos ayuda a no reaccionar de manera violenta e inadecuada. Eso requiere entrenamiento y la decisión de disciplinar sin golpes ni sermones.
Si nos enfrascamos en luchas de poder con nuestros adolescentes, los resultados no serán buenos. Si ofendemos a nuestros hijos o no cumplimos lo que prometemos es posible que la venganza sea la razón de su mal comportamiento.
Otras veces sólo quieren llamar la atención y lo que requieren es más amor y tiempo e ignorar algunos comportamientos que no sean de peligro.
Podemos observar comportamientos de minusvalía, con caída del Estado de ánimo, tristeza, encerramiento en habitaciones; negativas a hacer asignaciones y esto requiere más atención de los padres y consultar con un profesional.
El amor y la firmeza deben guiar la crianza positiva. Identificar por qué se portan mal y estimular que sean responsables y respetuosos. En la crianza hay que cultivar sus talentos para que sean recursivos.