No te guíes por la apariencia. Fue la respuesta de Dios al organizador político del pueblo judío. Samuel ya había ungido a Saúl, ahora, frente a tantos hijos fuertes y robustos de Isai, Dios elige a un muchacho con virtudes desconocidas para la familia.
David estaba acostumbrado a lidiar con el miedo, era diestro con la onda y era exquisito poeta y músico. A veces juzgamos por las apariencias sin ver el potencial de niños y adolescentes. Como padres debemos explorar las virtudes de los hijos y ayudar a que se desarrollen.
En ocasiones los padres pierden la fe en un hijo o hija por algún error de la adolescencia. Algunos deciden dejarlos y no intentar ayudarlos. Ocurre con chicas adolescentes que por relaciones amorosas quieren abandonar el hogar, interrumpir los estudios y su proyecto de vida.
Algunos padres hacen cortes emocionales y las abandonan, otros les dan seguimiento. Hay progenitores que como el padre del hijo pródigo esperan, como ocurre con algunos varones que se entregan a mujeres, vicios, alcohol y drogas. Se requiere paciencia hasta que los errores les hacen cosechar consecuencias naturales y vuelven a buscar apoyo familiar.
Jane Nelsen, pionera de la Disciplina Positiva, cuenta en uno de sus libros como su fe en esta forma de criar se afectó al caer un hijo suyo en adicción a las drogas. Fiel a esa filosofía lo dejó cosechar la paga de sus errores, y cuando el hijo se vio sin apoyo, sin un techo y con necesidades de alimentación reflexionó. Realizó algunos cursos técnicos, abandonó las drogas y se convirtió en un adulto responsable.
Requerimos paciencia con nuestros hijos, en una crianza de amor Y firmeza. Procurar formarle un carácter responsable y empático para que conozca como sus acciones causan dolor en su familia. No debemos cubrir sus faltas de manera irresponsable ya que le quitamos la oportunidad de aprender de sus errores.
Por esa razón hemos de cultivar como padres la paciencia y controlar la ira y el enojo al momento de disciplinar. También debemos tener en cuenta que cada hijo es único, con un temperamento particular y que debemos ser hábiles en lograr lo mejor de nuestros hijos.
La fe en nuestros hijos e hijas nos permitirá crearle condiciones para el éxito. No con sobreprotección, sino estimulando que sean responsables e independientes.