Nos arrastran como riadas funestas nuestras emociones. Actúan como la corriente de aguas turbias, rocas y árboles, destruyendo todo a nuestro lado.
La fuerza y el ímpetu nos permiten decidir qué dañar y qué salvar. Todo a nuestro paso será consumido por las emociones automáticas que hemos dejado que dominen nuestras vidas. Esas emociones como una maleza salvaje ahogan nuestra razón.
Nuestro intelecto alocado. No el intelecto libresco del buen hablar, razonar política o leyes o calcular complejas ecuaciones. Es la simple razón de lo correcto en nuestro vivir frente a las crisis y al estrés. Es el arte de tomar decisiones con la razón, midiendo las consecuencias de nuestros actos; en esos momentos donde la mayoría reacciona automáticamente.
Separar nuestras emociones de la razón es lo que llama Bowen “Diferenciación”. Hay quienes tienen fusionadas sus emociones y la razón y actúan con un sistema emocional automático, con un piloto automático.
Debemos entrenar para mejorar el control de nuestras emociones y tomar las decisiones basadas más en la razón.