Los frecuentes actos de violencia en relaciones de pareja o en situaciones de la vida civil a través de agentes del orden, reflejan bajos niveles de control y educación emocional en la población.

Si educamos a nuestros hijos desde la violencia tendremos una sociedad violenta.

Si el padre justifica golpear al hijo, el policía justifica golpear al ciudadano y el cónyuge cree tener derecho de maltratar a su pareja: estamos normalizando el maltrato y preparamos futuros individuos intolerantes, que irrespetarán las leyes y responderán con violencia a las autoridades y figuras de autoridad como son los maestros.

Debemos educar a nuestros hijos con el ejemplo. Si nuestros hijos se crían en el terror del castigo físico y observan a sus padres golpearse entre ellos: no podemos aspirar a tener ciudadanos no violentos. 

Los padres debemos empezar a controlar nuestras emociones para no golpear a los hijos. La ira es mala en las relaciones de pareja. 
Los insultos, gritos, malas palabras en la relación de pareja pueden precipitar violencia. Se debe cultivar la paciencia y la tolerancia en el hogar y en la calle.

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