El viaje a la familia de origen es inevitable en uno que en otro momento.
Retrocedemos mentalmente a evaluar nuestra niñez y adolescencia y valoramos quienes de la familia nos acompañaban, quienes nos dañaron con injusticias o nos apoyaron con amor y afecto.
El viaje puede ser objetivo o lleno de subjetividad. Caminamos entre tristezas y alegrías, otras veces culpas y miedos nos rodean. Puede ser tan intenso que nuestras emociones nos sumergen en lágrimas y en depresión.
Hay que cuidar que nuestras reflexiones acerca del pasado familiar sean para crecer, para ser mejores o para resolver situaciones emocionales que limitan nuestro crecimiento emocional.
Algunos nadan en las aguas profundas de sus historias de abandono. Otros en sus pasados de maltratos físicos o abusos sexuales.
Se pueden petrificar y salinizar como la esposa de Lot. Violan el mandato de quedarse en el pasado y colocan la mirada en una historia de dolor, cuando tienen frente a sí un presente y futuro nuevos.
Pueden tener una relación de pareja, hijos y trabajo; sin embargo se funden a un pasado de dolor y no se permiten salir hacia la verdadera felicidad.
Nuestro viaje a la familia de origen debe ser propositivamente para crecer. Recomiendo buscar asistencia en Terapia para comprender la historia familiar y así entender alianzas, lealtades, abandonos y todo lo referente a ese primer marco de sostén de las relaciones humanas que es la familia.